filisteos

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Filisteo es la persona adulta de intereses materiales vulgares y de mentalidad formada en las ideas y corrientes y los ideales convencionales de su grupo y su época. He dicho “persona adulta” porque el niño o adolescente que puede parecer un filisteo en pequeño no es sino un lorito que remeda los usos de filisteos inveterados, y es más fácil ser loro que ser garza blanca. En inglés, vulgarian viene a ser sinónimo de filisteo: lo que se señala en el vulgarian no es tanto el convencionalismo del filisteo cuanto la vulgaridad de algunas de sus ideas adquiridas. También se puede hablar de lo cursi y lo burgués. Cursi implica esa vulgaridad refinada, de visillos de encaje, que es peor que la simple vulgaridad. Eructar en compañía será de mala educación, pero decir “perdón” después de un eructo es cursi, y por lo tanto peor que vulgar. El término “burgués” lo empleo siguiendo a Flaubert, no a Marx. Burgués en el sentido de Flaubert es un estado del ánimo, no un estado del bolsillo. Un burgués es un filisteo satisfecho, un vulgarian con pretensiones.

Vladimir Nabokov.



Gerontocracia judicial en Estados Unidos por PABLO SALVADOR CODERCH



Nuestros antepasados iban a la caza de lo inmenso. Así engrandecían la vida. Por eso la astronomía fue la primera ciencia de la civilización. La noche fue más explorada que el día porque era mucho más vasta. El pensamiento forzó sus secretos, hurtó conocimientos para ensanchar el campo de la escasa vida. Espiar el infinito hace que aumente el espacio, el aliento, la cabeza, de quien lo está observando. A fuerza de estupor progresó la ciencia. Experimentar la maravilla es un requisito científico, porque instiga a descubrir. No sé si sigue siendo igual, no entiendo de ciencia ni conozco a científicos. El propio término, el de científico, hoy me inspira sospechas. Pero si no hay ya maravilla en el impulso de quien se encierra en un laboratorio, peor para él y peor para la ciencia. Fue la desaforada inmensidad de la noche lo que abrió de par en par los pensamientos de nuestros antepasados. Percatarse de que existe el infinito es ya un principio de entendimiento entre la mínima talla de la criatura humana y el universo. La distancia era tal que hubo que llenarla con las divinidades. Nuestros antepasados se contaron las más maravillosas historias en torno a los dioses. Los relatos provienen de la teología, que se originó en torno a las hogueras encendidas.
Una de esas historias de nuestra área relató el privilegio de haber sido creados a imagen y semejanza de la divinidad. Sin espejo, de memoria, el Dios del Antiguo Testamento ensayó el autorretrato. Pero incluso sin llegar a esa prodigiosa noticia, la especie humana sintió la necesidad respiratoria de ensanchar los bronquios y salirse de los bordes de su existencia asignada. Esta necesidad fue más importante que el organizarse en comunidades sociales. Los números que permiten los cálculos del cielo preceden a las legislaturas, Pitágoras viene antes que Pericles y Platón. El descubrimiento del ciclo de apariciones de los cometas y de los eclipses precede a la polis. Las reglas del triángulo aparecen antes que la política.
La primera subida al Mont Blanc anticipa la revolución francesa. Pertenecían a la misma generación, a la misma encrucijada del tiempo, pero la necesidad de explorar llega unos momentos antes que la nueva declaración de los derechos civiles. Antes de que la hermosa trinidad de liberté, égalíté, fraternite transformara al subdito en citoyen, nuestra especie supo que podía hollar la cima del Mont Blanc. Era un día de agosto. Un año después se expugnaría la oscura fortaleza llamada la Bastilla, pero una vez más, el espíritu de Ulises precedía al de Sócrates.

Erri de Luca. Tras los pasos de Nives.



valencia

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Arriba, un apunte rápido de la bonita Plaza Redonda de Valencia.



Un dibujante que me gusta es Kazuo Hozumi. Tuve la suerte de comprar un libro suyo, “Una gran ciudad del Japón antiguo: Edo” publicado en 1993 por Ediciones Mensajero. Creo que la ambientación, los trajes y las posturas de sus personajitos son prefectos y engañosamente simples, un poco en la onda del gran Stephen Cartwright.



burgués

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Podría añadir muchas más cosas a lo que acabo de escribir para demostrar que no soy más que un pequeño burgués doblado de un propietario rural escaso. Ante todo me considero un hombre mediocre, típico de esta clase. Jamás he tenido deuda alguna. Todo cuanto he comprado lo he pagado en el acto, religiosamente. Mi pobre padre dejó unas hipotecas con el Banco Hipotecario. Tan pronto como me fue posible, las hipotecas fueron liquidadas por completo. Si no existiera ningún banco, llevaría la misma vida. Si no tuviera dinero, me limitaría. Si tuviera, gastaría -con calma, discretamente-, sin olvidar jamás que la vida es incierta y terrible. Lo imprevisto me da horror. El riesgo me da un asco total. Toda mi vida ha consistido en protegerme del riesgo. No me gusta en absoluto lo que está fijado de antemano: me gusta lo que está pensado, premeditado, y lo que previamente es factible. Ante todo, lo conocido. Si lo conocido me gusta, mi disposición puede llegar a durar toda la vida. Esta postura es la única que me libra de prejuicios y timideces, lo que para mí es importantísimo. La posibilidad de vivir una u otra aventura me asquea profundamente. Las aventuras de los demás me divierten. Mis aventuras personales, aunque se presenten tan solo como una hipótesis, me abruman. Ni hablar. Nada. He vivido en países de inflación descarada, cuando se dispone de una moneda fuerte, los países de inflación son una delicia. Si solo se dispone de la moneda del país inflacionario, son siniestros, mortíferos. A mi entender, la moneda es lo más importante en la vida: no me refiero a la moneda en sí, sino al precio de la moneda. He rechazado colaboraciones porque estaban demasiado bien pagadas. Esto lo sabe el señor Laín Entralgo, que me propuso escribir para una revista farmacéutica y rechacé su oferta porque el precio era excesivo. Rechacé artículos pagados a 10.000 pesetas la unidad propuestos por la Agencia Efe. El señor Alfaro, presidente de esta Agencia, lo sabe perfectamente. Estoy decididamente en contra del funcionamiento intensivo de la máquina de producir billetes. Todos los sueldos y jornales excesivos
hacen que esta máquina funcione. Cuantos más billetes están en circulación menos valen. Cuantos más billetes lleva uno en la cartera de forma injustificada, menos valen los billetes. Los cretinos sostienen que en este asunto los casos personales no tienen ninguna importancia. Estos imbéciles ignoran que todas las cosas grandes no son más que la suma de las cosas pequeñas. La primera obligación de un ciudadano no es ni la bandera, ni el honor retórico, ni las frases grotescas. La primera obligación de un ciudadano es mantener el precio de su moneda -y cuanto más elevado sea, mejor-. El riesgo, la aventura, la combinazione (por decirlo en italiano), las sorpresas, las improvisaciones, los discursos, las promesas, me producen un íntimo malestar. Las cosas hiperbólicas nunca me han deslumbrado.

Josep Pla. Notas del Crepúsculo.

Una versión a mejor tamaño del apunte de arriba, aquí. Algunas fotos, aquí.



oporto

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Se requieren firmas para protestar contra la destrucción del patrimonio arquitectónico y cultural de Oporto, una ciudad en el punto de mira de unos políticos corruptos y unos especuladores voraces. La última víctima designada es el Mercado de BomSucesso, que se une al Mercado de Bolhao (del que ya hablé aquí), al Teatro Rivoli y al Pavilhão Rosa Mota en la vergonzosa lista de señalados por el dedo demoledor. Una lista visual de algunas de las maravillas de Oporto, aquí.

Por favor, firma aquí contra esta aberración.

Arriba, un bonito mapa de Botelho en la onda de los de mi admirado Jacques Liozu.



tiempos

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Esta esquizofrénica existencia entre los dos mundos opuestos me hizo reflexionar sobre la diferencia principal, o incluso abismal, que en nuestra época se produce entre el tiempo de la cultura material (o, dicho de otra forma, de la vida cotidiana) y el de los acontecimientos políticos. En el medievo los dos tiempos mantenían un ritmo concordante, acorde: se tardaba siglos en construir las ciudades y siglos duraban las dinastías.
Hoy la situación es diferente: las ciudades se construyen en decenas de años, mientras que los gobernantes, si es que no cambian cada cuatro meses, duran, como mucho, una década. El escenario político gira a un ritmo mucho más rápido que el de nuestra existencia cotidiana. Cambian los regímenes, cambian los partidos gobernantes y sus líderes, mientras el hombre gris vive como siempre ha vivido, sigue sin tener piso o trabajo; las casas siguen desconchadas, las calzadas de las calles aparecen llenas de socavones y la gente, desde la mañana hasta la noche, se dedica a intentar llegar a fin de mes.
Tal vez por este motivo muchas personas dan la espalda a la política, que para ellas es otro mundo, un mundo que vive a un ritmo muy diferente del suyo: el ritmo en que transcurre la vida del hombre corriente.

Ryszard Kapuscinski. El imperio.

(Arriba, un dibujo que hice en Cuenca un dia de mucho calor. Puede verse una versión a más tamaño aquí. Algunas fotos, aquí.)



Benet, un estilo para alumbrar las ruinas por JOSÉ ANDRÉS ROJO



Relata: un día, un hombre llegó hasta su casa en una barca. Llevaba papel y pinturas, lápices de mina y de colores. Con su barca seguía el curso del Lena, deteniéndose en aldeas y jutores y a partir de fotografías pequeñas, de carnet escolar o de pasaporte, pintaba para las madres los retratos de los hijos muertos en la guerra. Le pagaban cuanto podían. Y vivía de ello, no dependía de nadie.

Ryszard Kapuscinski. El Imperio



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