Estoy leyendo el magnÃfico libro “Los secretos del Mar Rojo” de mi tocayo Henry de Monfreid y rebuscando sobre él en internet he encontrado esta página donde se pueden ver, además de sus fotos y algunos fragmentos de sus pelÃculas, una selección de las acuarelas que fue haciendo durante sus viajes. Como muestra pongo aquà arriba dos autorretratos del año 1927 y el retrato de una somalÃ.
Y es que hay armadores que harÃan bien en leer libros como éste antes de mandar sus barcos a según qué sitio.
Marea baja. Mi barco está acostado en la arena húmeda descubierta por la bajamar. Ahmed y Abdi duermen al fresco de la brisa marina beatÃficamente, a la sombra del casco.
El mar, retirado al otro lado del arrecife, llena el aire luminoso con su rumor. Parece ser la voz de esta blanca espuma que eternamente bordea el profundo azul del océano sin tiempo.
Tomo asiento bajo el vientre del barco. Un asco profundo me invade cuando recuerdo ese despacho oscuro donde los empleados se mueven entre olores de naftalina y cueros sin curtir.
¿Por qué resignarme a esta vida que para mà equivale a un presidio? ¿Por qué no ceder a la llamada del horizonte azul, a capricho del monzón poderoso, y seguir las pequeñas velas blancas que cada dÃa veo desaparecer hacia ese Mar Rojo lleno de misterios?
¿Por qué desear un porvenir de buen comerciante, si no tengo nada para convertirme en algo as�
La decisión está tomada: presentaré la dimisión.
Quando o mar bate nas rochas quem se lixa é o mexilhão.