Nuestro mundo se sustenta sobre los hombros del otro. Sobre niños que trabajan, sobre plantaciones y materias primas pagadas con calderilla: hombros de desconocidos sostienen nuestro peso, obeso en su desproporción de riquezas. Lo he visto.
En ascensiones que duran varios dÃas hacia los campamentos base de alta montaña, hombres, y mujeres también, y muchachos también, llevan en cuévanos entretejidos nuestro peso. Mesas, sillas, vajillas, tiendas, cocinas, combustibles, cuerdas, utensilios de escalada, alimentos para muchas semanas, en definitiva, una aldea para morar donde no hay nada.
Sostienen nuestro peso por el precio de trescientas rupias nepalÃes al dÃa, menos de cuatro euros, los cuévanos soportan cuarenta kilos, pero hay quien lleva más. Las etapas son largas, fatigan al viajero que lleva su mochilita con el mÃnimo necesario.
Esportilleros de todas nuestras comodidades, caminan sobre chanclas o bien descalzos por pendientes en las que escasea el oxÃgeno, mientras va bajando la temperatura. De noche acampan al aire libre alrededor de un fuego, cocinan arroz con verduras recogidas en los alrededores, mientras haya algo que sobresalga del terreno. En el Nepal hay vegetación hasta los tres mil quinientos metros.
Los demás dormimos en tiendas tras una comida caliente que ellos cocinan.
Sostienen nuestro peso sin perder ni un gramo, no falta ni un pañuelo en el equipaje que nos entregan al final de la etapa.
No están mejor adaptados que nosotros a la altura, de noche les oigo toser. A menudo, son campesinos de los valles bajos de los arrozales. Nosotros renqueamos en silencio, ellos no renuncian a hablarse, a ir relatando, mientras avanzan.
Nosotros, vestidos con varias capas de tecnologÃa ligera, transpirable, cálida, antiviento, etcétera; ellos, con trapos raÃdos, algún jersey de lana desgastadÃsimo: sostienen nuestro peso y sonrÃen cien veces más que nuestro más extrovertido parrandero. Nos cuecen la pasta con el agua de las nieves, huevos incluso han traÃdo hasta aquÃ, a cinco mil metros de altura. Sin ellos no serÃamos ágiles, ni atléticos, ni ricos. Desaparecen al final del acarreo, van a desperdigarse entre los valles, a tiempo aún para las faenas del arroz y de la cebada.
Erri de Luca. Tras las huellas de Nives
”
… .Quando populações inteiras, desprovidas do necessário, vivem numa dependência tal que lhes é interdita toda a iniciativa e responsabilidade, toda a possibilidade também de promoção cultural e de participação na vida social e polÃtica,…”
in Da Populorum progressio à Deus caritas est (nos 40 anos da encÃclica de Paulo VI), Lisboa, Março de 2007, Jean-Yves Calvez,SJ
Qué bueno, tÃo! El dibujo y el texto. Conoces a Erri de Luca? Todo un personaje: desde la extrema extrema izquierda en los ’70 a traducir evangelios directamente del arameo (aprendido autodidacta) pasando por cosas como albañil o camionero de la ayuda humanitaria en Bosnia, siempre con un compromiso ético fortÃsimo. Brecht dirÃa que es uno de esos hombres imprescindibles.
Imprescindible si. Necesitamos estas voces comprometidas con la realidad tanto como comer.