El verdadero artista necesita diez dÃas para pintar una flor, y un instante para pintar el océano. ¿Por qué? Porque conoce la majestad de lo pequeño y posee la intuición de lo grande.
Hay un tipo de suavidad para cuya obtención se precisa toda la vida, y otra que se logra en un momento. Lo mismo puede decirse de otras cosas.
Aquel que sienta pugnar en sà la inspiración, ha de emprender largos años de aprendizaje. Quizá acabe por sospechar que ni espontaneidad ni destreza son suficientes.
Lo diré con mayor claridad: para apreciar en su profundidad un arroyo tendrás que haber viajado por cien paÃses y leÃdo mil libros. Para pintarlo, todo cuanto sepas trabará tu pincel.
Parreño. Viajes de un antipático
sem palavras.