Kathmandú es una cludad vital, mercenaria, religiosa, con pequeños santuarios a deidades adornados con flores a lo largo de las estrechas y concurridas calles; con vendedores de frutas, vendedores de flautas, vendedores de postales y pornografÃa; tiendas que expenden cosméticos occidentales, rollos de pelÃculas y chocolate, o utensilios de cobre y antigüedades nepalesas. Las radios atruenan con canciones de pelÃculas, suenan las bocinas de los coches, repican los timbres de las bicicletas, vacas perdidas mugen de modo inquisitivo a las motocicietas, los vendedores pregonan sus mercancÃas.
Vikram Seth. “El lago del cielo”