El hindú no corre jamás, ni en la calle, ni el pensamiento en su cerebro. Camina, encadena. El hindú no quema sus etapas. Nunca es elÃptico. Nunca sale de las filas. Su antÃpoda es el espasmo. Nunca es asombroso. En los 48.000 versos del Ramayana, en los 100.000 del Mahabharata, no hay un relámpago. El indio no tiene prisa. Razona sus sentimientos. Prefiere los encadenamientos. El sánscrito es la lengua más encadenada del mundo, indudablemente la más bella creación del espÃritu indio. Una lengua panorámica, una lengua de razonadores, flexible, sensitiva y atenta, prevenida, hirviendo de casos y de declinaciones . El hindú es abundante, tiene esa abundancia en la mano. Le gustan los cuadros de conjunto y también sabe verlos. Brona acaba de morir. Se lo anuncian a su padre. Sin apresurarse, el padre, en 240 preguntas, bien lentas, bien detalladas, bien parejas, interroga sin que nadie lo interrumpa. Después de todo eso, se desmaya. Lo abanican. Vuelve en sÃ. Vuelve al asunto. Nuevo lote de doscientas-trescientas preguntas. Intervalo. Entonces, sin mayor prisa, y empezando por el diluvio, un general cuenta lo acontecido. Asà se pasa alrededor de hora y media. Como hay muchas guerras cercanas y lejanas en el Mahabharata, muchas intervenciones de dioses y de héroes, se comprende que sus doscientos cincuenta mil versos basten apenas para dar un resumen del argumento. Su pensamiento es un trayecto, sin alterar el paso. Inútil decir que el centro del Mahabharata no se encuentra fácilmente. El tono épico no se abandona ni un instante. El tono épico (por otra parte, como el tono erótico) tiene algo de naturalmente falso, artificial, voluntario, y parece hecho para la lÃnea recta. Cuando se ha comparado un soldado valiente a un tigre entre conejos, ya una manada de elefantes ante un bambú joven, ya un huracán barriendo las naves, se puede continuar diez horas en el mismo tono sin hacernos levantar la cabeza.
Henri Michaux. Un bárbaro en Asia Una entrevista de Deleuze a Michaux, aquÃ.