caminar

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Pasé la noche bajo un cobertizo, detrás de Volkertsheim. Nada más a la vista, así que ahí me quedé, aunque sólo eran las cuatro y media. ¡Qué noche! Tan violenta era la tormenta que el barracón, a pesar de estar sólidamente construido, temblaba en sus cimientos: Por una hendidura de la cumbrera, la lluvia y la nieve llegaban vaporizadas, por lo que me sumergí en el heno. Me desperté durante la noche, y sentí que tenía un animal dormido sobre la pierna. Al moverme, tuvo más miedo que yo. Sospecho que era un gato. No creo haber conocido una tormenta tan terrible. Madrugada oscura, cada vez más sombría. Sólo al día siguiente de un gran infortunio, de una devastadora epidemia, se alza un alba así de fría y sombría sobre los campos. Afuera, la tapia más expuesta al viento está enterrada bajo la nieve. Los campos color ébano aparecen listados de blanco. La tormenta ha sido tan fuerte, que la nieve no ha caído en los surcos. Grandes nubarrones se persiguen. Las colinas más pequeñas, de apenas cien metros, están totalmente nevadas. Tomando envión, las perdices logran desprenderse, brevemente, del paisaje. En verdad, nunca en mi vida he presenciado semejante oscurecimiento. La nieve ha quedado adherida a los postes indicadores, resbala sin despegarse. Cerca de Rottenacker, llego al Danubio. Hallo pintoresco el puente, y me detengo largo tiempo contemplando fluir el agua. Un cisne, moteado de gris, luchaba a contracorriente. Detrás de él, la raja de un molino, y delante, hacia una de las márgenes, el agua cae en cascada, y le deja poco campo de maniobra. Cansado de luchar, tras un fuerte pataleo y muchos equilibrios, el cisne alcanza la otra orilla. Ingenios mecánicos, la mugre que queda al paso de los tractores, viento tormentoso, nubes bajas. De pronto, me veo rodeado de chiquillos: salen de la escuela. Al final del pueblo, me miran, y yo los miro.

Werner Herzog. Del caminar sobre hielo

(Arriba, una acuarela que hice del Windermere Lake durante una semana de caminar/dibujar en Lake Disctrict en 1990. Los reflejos son de un cristal)



perfidia

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Un vergonzoso ejemplo de la perfidia y de las injusticias de esta guerra que orquestamos entre bastidores: el general no ha sido capaz de superar el episodio de las dos bandas rivales que libraron una batalla por el derecho a saquear uno de nuestros trenes, ni se ha aplacado por la noticia de la captura del bandido Lupo. Un hombre no basta. Quiere detenciones masivas. Ayer convocó a los jefes de policía italianos y los amenazó con toda suerte de sanciones, incluidas acusaciones de sabotaje, si no conseguían resultados inmediatos. Dicen que los jefes de policía replicaron que sus fuerzas disponían de muchísimo menos personal del necesario y que tenían las manos atadas por los exagerados escrúpulos que demostraban los aliados en el asunto de la represión. Sólo podían garantizar los resultados si se les daba carta blanca para solucionar este problema a su modo. Así que hoy he participado como observador en una de las operaciones del nuevo estilo: una incursión en una guarida de bandidos realizada por una fuerza conjunta de los Carabinieri y la Pubblica Sicurezza, con la orden de conseguir resultados a toda costa.
En esta ocasión, las fuerzas combinadas eran unos cincuenta hombres, incluidos los mismos carabinieri que participaron en la operación de Frattamaggiore y el mismo comisario cara de hiena de la Pubblica Sicurezza, con su traje a rayas, granadas de mano “diablo rojo” y zapatos crujientes. Los campos en que entramos formando un círculo amplio que se fue estrechando gradualmente eran como el otro, cercados por inmensas parras, con casas como pequeños cubos grises y algún que otro pajar, donde los campesinos guardan los aperos y echan una siesta a la sombra cuando el sol aprieta más al mediodía. En uno de ellos encontraron a cuatro hombres armados. Se entregaron inmediatamente; los esposaron, los encadenaron juntos y se los llevaron. Ahora se plantea un problema: han hecho cuatro prisioneros y sólo pueden acusar a un hombre de bandidaje si pertenece a una asociación criminal de un mínimo de cinco personas. Así que los cuatro hombres detenidos, que por definición legal no eran bandidos, podían solicitar libertad bajo fianza casi con la certeza de que se les concedería. En este país hay cincuenta abogados por cada policía, y los abogados esperan ganar. Pero un bandido nunca puede quedar en libertad bajo fianza, y se enfrenta a una sentencia de cinco a treinta años.
La solución de este caso fue ir directamente al pueblo más próximo y detener a un individuo que tenía antecedentes penales. El sería el quinto bandido que necesitaban. Su resignación era asombrosa. Besó a sus familiares, dejó que le encadenaran sin protestar; y se lo llevaron. Le esperaba la reclusión incomunicado en las férreas entrañas de Poggio Reale. Luego, el lento y prolongado deterioro físico y mental en la isla de Prócida, de donde apenas se conocía nada más que leyendas espeluznantes. Si alguna vez regresaba a su pueblo, sus hijos se habrían marchado y su mujer sería una anciana. Hubiera sido mejor y mucho más humano que los hubieran matado a los cinco disparándoles “cuando intentaban escapar”.

Norman Lewis.  Nápoles,1944.



zephaniah

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Me he hecho con este bonito libro de poesías de Benjamin Zephaniah, que rechazó la Orden de Caballero del Imperio Británico con una expresiva carta abierta en The Guardian y a quien he estado leyendo en internet desde entonces.
 Aquí transcribo Who”s Who (de ”Talking Turkeys”)

“I used to think nurses

Were women,

I used to think police

Were men,

I used to think poets

Were boring,

Until I became one of them.”‘,



kim

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-Ahora, marchemos murmuró el Lama.
 Y acompañados por el tintineo del rosario anduvieron en silencio milla tras milla. El Lama, como de costumbre, iba abismado en profundas meditaciones, pero los brillantes ojos de Kim lo abarcaban todo, y pensaba que este amplio y sonriente río de vida era un alivio después de las estrechas y atestadas calles de Lahore. A cada paso veía gente y cosas nuevas; castas ya conocidas y otras que le eran completamente extrañas.
Encontraron una patrulla de sansis, de largos cabellos y olor penetrante, que llevaban a su espalba cestas de lagartos y otros asquerosos alimentos, e iban seguidos de flacos y escuálidos perros que olfateaban sus talones. Esta gente marchaba por un lugar aparte de la carretera, andaban con un trote sostenido, rápido y furtivo, y todas las demás castas les dejaban amplio espacio; porque el sansi es profundamente contaminador. Detrás de ellos, caminando rígidamente a través de la sombra intensa, se deslizaba un presidiario recién salido de la cárcel y que conservaba aún las huellas de los grilletes; su vientre abultado y su piel reluciente eran prueba de que el Gobierno alimenta a sus presos mejor de lo que pueden alimentarse muchos hombres honrados. Kim conocía esa manera de andar, y cuando pasaron por su lado lo remedó con burla. En seguida un akali, de mirada extraviada y pelo enmarañado, devotamente vestido con el traje a cuadros azules de su credo, y llevando resplandecientes tejos redondos de pulido acero sobre su azul turbante, pasó majestuosamente, de regreso de uno de los Estados sikhs independientes. AlIí habría estado cantando las antiguas glorias del Khalsa a los príncipes educados en colegios ingleses: que llevan altas botas de campana y calzones de terciopelo blanco. Kim tuvo buen cuidado de no burlarse de él, porque la cólera del akali es fuerte y su brazo rápido. De vez en cuando encontraban o eran dejados atrás por alegres multitudes de aldeanos que regresaban de alguna feria local; las mujeres, con los niños sobre las caderas, marchaban detrás de los hombres, mientras los chiquillos mayorcitos caracoleaban montados sobre cañas de azúcar, arrastrando groseros modelos de locomotoras que costaban medio penique, o reñejando el sol en los oios de sus padres con baratos espejos de juguete. A primera vista se notaba lo que cada uno había comprado; y si se tenía alguna duda, bastaba contemplar a las mujeres, que juntando sus brazos morenos. comparaban los recién mercados brazaletes de cristal oscuro que proceden del Noroeste. Esta alegre multitud marchaba lentamente, llamándose a gritos y deteniéndose a regatear con un vendedor de dulces o a rezar ante alguna de las capillitas-unas veces indias, otras musulmanas- que se suceden a los lados del camino y que las castas bajas de ambas religiones se distribuyen con hermosa imparcialidad. Una larga línea azul pasó corriendo con un murmullo de rápida charla, oscilando a través del polvo vibrante como una inmensa oruga apresurada. Era una cuadrIlla de changars, esas mujeres que han acaparado el servicio de todos los muelles de los ferrocarriles del Norte. Casta de fuertes cavadoras, dotadas de anchos pies, gruesos pechos y miembros hercúleos. Vestían faldas azules y viaJaban apresuradas hacia el Norte en busca de un nuevo destajo, no perdían el tiempo en el camino. Pertenecen a una clase en la que los hombres no son nada, y marchaban con los codos pegados al cuerpo, altas las cabezas y moviendo las caderas como mujeres acostumbradas a cargar grandes pesos. Poco después desembocó en la Gran Carretera un cortejo nupcial, acompañado de música y gritos; un olor de caléndulas y jazmín, más fuerte que el vaho del Polvo, se esparció por el ambiente. A través de la calina se tambaleaba la litera de la novia-una mancha de rojo y oropel-, mientras la enjaezada jaca del novio volvía la cabeza para arrebatar un bocado de hierba de un carro de forraje que pasaba a su alcance. Entonces Kim se unió al coro de buenos deseos y pesadas burlas, deseando a la pareja cien hijos y ninguna hija, como es la costumbre. Todavía más interesante y más gozoso era el caso del juglar vagabundo acompañado de algunos monos medio domesticados un oso jadeante y débil o una mujer con cuernos de chivo amarrados a los pies, que danzaba con ellos sobre la cuerda floja, asustando a los caballos y haciendo prorrumpir a las mujeres en prolongados alaridos de admiración.’

Rudyard Kipling. Kim



fuego

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Conozco personas que son expertas en el fuego, saben sus hábitos para poder apagarlo cuando se lanza como incendio. Conocen en los bosques la llama que se arrastra bajo las cenizas e intenta encenderse más lejos. Saben que el castaño arde mal y que el pino de Aleppo, atacado por el fuego, lanza semillas y se esparce. Saben que la encina no resurge y que el bosque viejo resiste mejor, porque los bosques son personas y acumulan experiencias. Saben que arde mejor la ladera sur que la norte. Saben que el fuego es rojo, naranja y negro, pero que al principio es blanco y gris.

Erri de Luca. Tras los pasos de Nives,



agua

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Y, al otro lado del valle, contra la verticalidad gris de un acantilado, una delgada hebra de agua se esfuma convirtiéndose en niebla o humo atomizado por el viento y luego da la impresión de que se materializa de nuevo a partir del propio aire bajo la forma de una maraña líquida de luz. Hay hechizo en el agua que fluye: permanezco sentado, hipnotizado por su belleza. El agua, el más unificante de los elementos, el que une la tierra, el mar y el aire en un círculo viviente. Su correr sigue un cauce, a diferencia del aire, y sus ciclos son más vastos y aceptan los tres estados de la naturaleza. La nieve y el hielo yacen encerrados, quizá durante años, en crestas, circos, glaciares, nieves perpetuas, y de pronto se resquebrajan, se funden y se transforman en nieve derretida. El agua, más honda que altos los picos más altos, yace en el mar hasta que sube a la superficie y el aire la acepta en forma de vapor. El aire húmedo gira en torno al mundo y acaba cayendo de nuevo en el mar en forma de nieve o lluvia; o en forma de nieve y lluvia sobre la tierra.
“El hombre de bondad superior es como el agua”, dice Lao Zi. “El agua sabe favorecer a todos los seres, mas no lucha; ocupa los hogares que la muchedumbre detesta, y así está cerca del dao.” “Nada hay en el mundo más blando y débil que el agua, mas nada le toma ventaja en vencer a lo recio y duro.” Insípida, acepta todos los sabores, incolora, todos los colores, refleja el cielo, refracta las piedras blancas de su lecho, disuelve o suspende los suelos y los minerales sobre los que fluye. El pulso de nuestro cuerpo es líquido, como lo son todos los pulsos vivientes. El agua disuelve la sal de la parábola en las Upanishads, cubre la tierra del Génesis y fluye por el paraíso del Corán. Y el aleatorio rumor difuminado, el tumulto lumínico que estoy contemplando, es autor de más belleza incluso que la propia: los cirros y los cúmulos, el arco iris y los nubarrones, los estratos del crepúsculo, el indescriptible olor de las primeras lluvias en las planicies tostadas por el verano.

Vikram Seth. El lago del cielo‘,



prohibido dibujar

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“He venido a dibujar este cuadro porque es Viernes Santo”.
“Está prohibido”.
Sigo dibujando.
“Si continúa”, dice el guardia de seguridad, “llamaré al supervisor”.
Levanto el dibujo para que pueda verlo.
Es un hombre bajo y fornido de cuarenta y tantos años. Con ojos pequeños. O con ojos que achica mientras echa la cabeza hacia delante.
“Diez minutos”, le digo, “y habré terminado”.
“Voy a llamar al supervisor ahora mismo”, dice.
“Escuche”, le contesto, “si tenemos que llamar a alguien, vamos a llamar a alguien del personal del museo y, con un poco de suerte, podrán explicarle que no hay problema”.
“El personal del museo no tiene nada que ver con nosotros”, masculla entre dientes. “Somos independientes y nos encargamos de la seguridad”.
“¿La seguridad? ¡Y una mierda!”. Pero no lo digo.

El artículo completo de John Berger del que he extraído este fragmento, aquí.



sirena

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En ninguna lengua es tan difícil entenderse como en la propia.
KARL KRAUS

Había una vez un oshammi shammi que vivía en una wesesheshammi en lo alto de una wooba. Llegó una noche un oogoro y le dijo al oshammi shammi: -Shimí, no quiero ni tu corona ni tu bastón, quiero tu shammizé. -Pues busca la shimite deé -rió el oshammi shammi-. Si ves aquí en la weseshe ami shammizé, llévatela sin más. El oogoro hurgó por todo lo largo y ancho de la wesesheshammi; al fin vio una woolanda y gritó triunfante: -¡Shimí, aquí está, la he encontrado! -Eres más listo que el tsezehé de las orejas largas -dijo el oshammi shammi-, la has encontrado y es tuya. El oogoro bajó corriendo de la wooba, cantando y riendo: -iTengo una shammizé! jTendré una shammizé para toda la vida shimideé! Por el camino se encontró con un viejo woorogoro. -¿Te gusta, shimí woro? -dijo el oogoro-, fijate, ¿te gusta mi shammizé? -Wof -dijo el woorogoro-. ¡Eres más tonto que un tsezehé! ¿No ves que lo que tienes en tus brazos es una woolanda? A la luz de la luna el oogoro miró bien, vio su error y se marchó tzuke shimite ni shimé, tan triste como quien ha perdido el nombre de las cosas.

STEFANO BENNI. EL CUENTO DE LA SIRENA SHIMIZÉ



café

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El hombre se da por satisfecho con descansar tumbado a la sombra; es plenamente feliz a la orilla de un río espumeante o al fresco amparo de un árbol perfumado, fumando una pipa o tomando a sorbos una taza de café o bebiendo un vaso de sorbete, pero sobre todo perturbando el cuerpo y la mente lo menos posible, siendo el problema de la conversación, las insatisfacciones que pueden causar la memoria y la vanidad del pensamiento las interrupciones más desagradables de su kayf. No es extraño que kavf sea una palabra intraducible a nuestra lengua materna.

Richard Burton. Peregrinaje a la Meca



filisteos

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Filisteo es la persona adulta de intereses materiales vulgares y de mentalidad formada en las ideas y corrientes y los ideales convencionales de su grupo y su época. He dicho “persona adulta” porque el niño o adolescente que puede parecer un filisteo en pequeño no es sino un lorito que remeda los usos de filisteos inveterados, y es más fácil ser loro que ser garza blanca. En inglés, vulgarian viene a ser sinónimo de filisteo: lo que se señala en el vulgarian no es tanto el convencionalismo del filisteo cuanto la vulgaridad de algunas de sus ideas adquiridas. También se puede hablar de lo cursi y lo burgués. Cursi implica esa vulgaridad refinada, de visillos de encaje, que es peor que la simple vulgaridad. Eructar en compañía será de mala educación, pero decir “perdón” después de un eructo es cursi, y por lo tanto peor que vulgar. El término “burgués” lo empleo siguiendo a Flaubert, no a Marx. Burgués en el sentido de Flaubert es un estado del ánimo, no un estado del bolsillo. Un burgués es un filisteo satisfecho, un vulgarian con pretensiones.

Vladimir Nabokov.



Nuestros antepasados iban a la caza de lo inmenso. Así engrandecían la vida. Por eso la astronomía fue la primera ciencia de la civilización. La noche fue más explorada que el día porque era mucho más vasta. El pensamiento forzó sus secretos, hurtó conocimientos para ensanchar el campo de la escasa vida. Espiar el infinito hace que aumente el espacio, el aliento, la cabeza, de quien lo está observando. A fuerza de estupor progresó la ciencia. Experimentar la maravilla es un requisito científico, porque instiga a descubrir. No sé si sigue siendo igual, no entiendo de ciencia ni conozco a científicos. El propio término, el de científico, hoy me inspira sospechas. Pero si no hay ya maravilla en el impulso de quien se encierra en un laboratorio, peor para él y peor para la ciencia. Fue la desaforada inmensidad de la noche lo que abrió de par en par los pensamientos de nuestros antepasados. Percatarse de que existe el infinito es ya un principio de entendimiento entre la mínima talla de la criatura humana y el universo. La distancia era tal que hubo que llenarla con las divinidades. Nuestros antepasados se contaron las más maravillosas historias en torno a los dioses. Los relatos provienen de la teología, que se originó en torno a las hogueras encendidas.
Una de esas historias de nuestra área relató el privilegio de haber sido creados a imagen y semejanza de la divinidad. Sin espejo, de memoria, el Dios del Antiguo Testamento ensayó el autorretrato. Pero incluso sin llegar a esa prodigiosa noticia, la especie humana sintió la necesidad respiratoria de ensanchar los bronquios y salirse de los bordes de su existencia asignada. Esta necesidad fue más importante que el organizarse en comunidades sociales. Los números que permiten los cálculos del cielo preceden a las legislaturas, Pitágoras viene antes que Pericles y Platón. El descubrimiento del ciclo de apariciones de los cometas y de los eclipses precede a la polis. Las reglas del triángulo aparecen antes que la política.
La primera subida al Mont Blanc anticipa la revolución francesa. Pertenecían a la misma generación, a la misma encrucijada del tiempo, pero la necesidad de explorar llega unos momentos antes que la nueva declaración de los derechos civiles. Antes de que la hermosa trinidad de liberté, égalíté, fraternite transformara al subdito en citoyen, nuestra especie supo que podía hollar la cima del Mont Blanc. Era un día de agosto. Un año después se expugnaría la oscura fortaleza llamada la Bastilla, pero una vez más, el espíritu de Ulises precedía al de Sócrates.

Erri de Luca. Tras los pasos de Nives.



valencia

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Arriba, un apunte rápido de la bonita Plaza Redonda de Valencia.



burgués

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Podría añadir muchas más cosas a lo que acabo de escribir para demostrar que no soy más que un pequeño burgués doblado de un propietario rural escaso. Ante todo me considero un hombre mediocre, típico de esta clase. Jamás he tenido deuda alguna. Todo cuanto he comprado lo he pagado en el acto, religiosamente. Mi pobre padre dejó unas hipotecas con el Banco Hipotecario. Tan pronto como me fue posible, las hipotecas fueron liquidadas por completo. Si no existiera ningún banco, llevaría la misma vida. Si no tuviera dinero, me limitaría. Si tuviera, gastaría -con calma, discretamente-, sin olvidar jamás que la vida es incierta y terrible. Lo imprevisto me da horror. El riesgo me da un asco total. Toda mi vida ha consistido en protegerme del riesgo. No me gusta en absoluto lo que está fijado de antemano: me gusta lo que está pensado, premeditado, y lo que previamente es factible. Ante todo, lo conocido. Si lo conocido me gusta, mi disposición puede llegar a durar toda la vida. Esta postura es la única que me libra de prejuicios y timideces, lo que para mí es importantísimo. La posibilidad de vivir una u otra aventura me asquea profundamente. Las aventuras de los demás me divierten. Mis aventuras personales, aunque se presenten tan solo como una hipótesis, me abruman. Ni hablar. Nada. He vivido en países de inflación descarada, cuando se dispone de una moneda fuerte, los países de inflación son una delicia. Si solo se dispone de la moneda del país inflacionario, son siniestros, mortíferos. A mi entender, la moneda es lo más importante en la vida: no me refiero a la moneda en sí, sino al precio de la moneda. He rechazado colaboraciones porque estaban demasiado bien pagadas. Esto lo sabe el señor Laín Entralgo, que me propuso escribir para una revista farmacéutica y rechacé su oferta porque el precio era excesivo. Rechacé artículos pagados a 10.000 pesetas la unidad propuestos por la Agencia Efe. El señor Alfaro, presidente de esta Agencia, lo sabe perfectamente. Estoy decididamente en contra del funcionamiento intensivo de la máquina de producir billetes. Todos los sueldos y jornales excesivos
hacen que esta máquina funcione. Cuantos más billetes están en circulación menos valen. Cuantos más billetes lleva uno en la cartera de forma injustificada, menos valen los billetes. Los cretinos sostienen que en este asunto los casos personales no tienen ninguna importancia. Estos imbéciles ignoran que todas las cosas grandes no son más que la suma de las cosas pequeñas. La primera obligación de un ciudadano no es ni la bandera, ni el honor retórico, ni las frases grotescas. La primera obligación de un ciudadano es mantener el precio de su moneda -y cuanto más elevado sea, mejor-. El riesgo, la aventura, la combinazione (por decirlo en italiano), las sorpresas, las improvisaciones, los discursos, las promesas, me producen un íntimo malestar. Las cosas hiperbólicas nunca me han deslumbrado.

Josep Pla. Notas del Crepúsculo.

Una versión a mejor tamaño del apunte de arriba, aquí. Algunas fotos, aquí.



tiempos

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Esta esquizofrénica existencia entre los dos mundos opuestos me hizo reflexionar sobre la diferencia principal, o incluso abismal, que en nuestra época se produce entre el tiempo de la cultura material (o, dicho de otra forma, de la vida cotidiana) y el de los acontecimientos políticos. En el medievo los dos tiempos mantenían un ritmo concordante, acorde: se tardaba siglos en construir las ciudades y siglos duraban las dinastías.
Hoy la situación es diferente: las ciudades se construyen en decenas de años, mientras que los gobernantes, si es que no cambian cada cuatro meses, duran, como mucho, una década. El escenario político gira a un ritmo mucho más rápido que el de nuestra existencia cotidiana. Cambian los regímenes, cambian los partidos gobernantes y sus líderes, mientras el hombre gris vive como siempre ha vivido, sigue sin tener piso o trabajo; las casas siguen desconchadas, las calzadas de las calles aparecen llenas de socavones y la gente, desde la mañana hasta la noche, se dedica a intentar llegar a fin de mes.
Tal vez por este motivo muchas personas dan la espalda a la política, que para ellas es otro mundo, un mundo que vive a un ritmo muy diferente del suyo: el ritmo en que transcurre la vida del hombre corriente.

Ryszard Kapuscinski. El imperio.

(Arriba, un dibujo que hice en Cuenca un dia de mucho calor. Puede verse una versión a más tamaño aquí. Algunas fotos, aquí.)



Relata: un día, un hombre llegó hasta su casa en una barca. Llevaba papel y pinturas, lápices de mina y de colores. Con su barca seguía el curso del Lena, deteniéndose en aldeas y jutores y a partir de fotografías pequeñas, de carnet escolar o de pasaporte, pintaba para las madres los retratos de los hijos muertos en la guerra. Le pagaban cuanto podían. Y vivía de ello, no dependía de nadie.

Ryszard Kapuscinski. El Imperio



distancia

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¿Cómo medir la sensación de alejamiento, de la distancia? Estar lejos ¿de dónde?, ¿de qué lugar? ¿Dónde está ese punto de nuestro planeta que a medida que lo dejamos atrás tenemos la impresión de encontrarnos cada vez más cerca del fin de la tierra? ¿Acaso es un punto en el sentido meramente emocional (mi casa como centro del mundo)? ¿O cultural (como, por ejemplo, la civilización griega)? ¿O religioso (como La Meca)? Al preguntársele qué considera el centro del mundo: París o México, la mayoría de la gente responderá: París. ¿Por qué? Al fin y al cabo, la ciudad de México es más grande que París y, al igual que ella, tiene su metro, y sus monumentos importantes y sus grandes obras de arte, y sus magníficos escritores. Y no obstante dirán: París. O que alguien declare que para él el centro del mundo es El Cairo. Al fin y al cabo, es más grande que París, y los monumentos, y la universidad, y la pintura… Y, sin embargo, ¿muchos apoyarían El Cairo? De modo que queda París (en cualquier caso, quedaba cuando la asustada Jeanne atravesaba Siberia con el corazón en un puño). Queda Europa. La europea es la única civilización que ha tenido y que (casi) ha satisfecho su ambición de universalidad. Otras civilizaciones, convencidas de abarcar el mundo entero, no pudieron satisfacerla bien por motivos técnicos (como los mayas), o bien porque nunca mostraron tal interés (por ejemplo. China).

Ryszard Kapuscinski. El imperio.

(Arriba, un dibujo rápido hecho antesdeayer de mi centro del mundo temporal)



el arte de volar

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ACTUALIZO UNA ENTRADA ANTERIOR SOBRE EL MISMO LIBRO.

El miércoles a las 19,30 se presentará en la librería Panta Rhei de Madrid “El arte de volar” de Antonio Altarriba y Kim. El libro es una crónica de la España reciente a partir de los recuerdos del padre de Antonio. Promete ser el libro del año, la primera edición se ha agotado y la segunda en tapa blanda y a otro precio para los bolsillos menos dispuestos, ya está en la calle.

En la presentación estarán los autores, el editor de Edicions de Ponent, Paco Camarasa, y los amigos Fernando Marías y Felipe Hernández Cava. Allí nos veremos



concurso demipage

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La librería de Madrid Biblioketa y la editorial Demipage han perpetrado un concurso que ofende a los profesionales de la ilustración y la literatura infantil. El extracto que publico más arriba es una captura de pantalla del punto más sabroso de unas bases que han remitido por email y publicado en su blog.

Bonito ¿verdad? Sobre todo lo de la pasión.

Cuando les han empezado a caer los previsibles y lógicos comentarios han tenido la prepotencia y la mala educación de borrarlos, añadiendo petróleo al fuego. Las bases, por arte de birlibirloque, también han cambiado para obviar el sabroso punto crematístico. Donde antes se leía lo de la pasión ahora se lee: “Los autores de la obra firmarán un contrato de edición con la editorial Demipage” sin que por supuesto se dignen a dar detalles sobre el contrato.

La revista Babar publica una breve noticia aquí. Las bases, antes de las alteraran, aquí. La lluvia de comentarios no para.



cabezas

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Quizá la caza de cabezas sea una muestra de la barbarie primitiva, pero tiene una contrapartida mucho más terrible en las guerras de la civilización moderna. La civilización de nuestros días no es, después de todo, más que un grado superior respecto a la cultura bárbara. Sería cuestión a discutir si los primitivos salvajes, con sus rudas concepciones y creencias, con sus métodos de socialización y sus reglas de alta moral, no llevan una vida más pura y verdadera que nosotros, los civilizados. Sus aldeas no conocen la miseria de las grandes ciudades; a sus habitantes no les corrompe la codicia, ni ocultan los más abyectos sentimientos bajo un disfraz de respetabilidad. Alguna vez se dejan llevar por sus instintos bélicos y capturan una o dos cabezas, pero esto lo realizan en noble lucha. En cambio nosotros, los supremos representantes del progreso, agotamos los recursos de las naciones para destruir a millares de vidas humanas. Parece como si civilización significase lo mismo que degeneración. Sin embargo, penetra a viva fuerza en el Jardín del Edén, impone su cultura a estos pueblos sencillos y les arranca de sus aldeas, llenas de paz y de dicha, para hacerles trabajar en las minas y en las plantaciones; para despertar en ellos el deseo de las inútiles riquezas y placeres de los blancos, que sólo sirven de señuelo para cambiar su libertad en esclavitud.

Frank Hurley. Entre los cazadores de cabezas de Nueva Guinea. Joaquín Gil Editor. Buenos Aires, 1956′



selección

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Un dibujo supone siempre selección, realce de elementos significativos y exclusión de los que no lo son. Un dibujo supone un acto mental complicado y dirigido a algo; a un objeto en sí. Ante algo que parece lo mismo, un ojo resalta un elemento; otro, otro. Para un ojo la sombra y la penumbra son lo esencial, porque quiere dar sensación de misterio. Para otro lo esencial es la línea constructiva de la casa, aunque esté envuelta en sombras. Para otro, algunos detalles. Hay tantas realidades como ojos.

Julio Caro Baroja,

Lo leí en Efímera



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