keeler

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No me canso de recomendar los libros del extraño y obsesivo Harry Stephen Keeler. Llevo años comprándoselos a mi amigo Jósef siempre que los veo en Moyano y, cada vez con menos frecuencia, encuentro algún chollo por 1 ridículo euro. Así me he ido haciendo también yo con una pequeña colección que incluye magníficas portadas como las que enseño aquí arriba.

Dejo aquí la mejor página (en inglés) que he encontrado sobre este extraño autor. Para disfrutar en la maravillosa galería de portadas no hace falta saber idiomas.

Noticia para los recién llegados al mundo keelerita: ya no tendréis que pagar las ingentes sumas que suelen pedir los libreros de segunda mano por los cada vez más inencontrables libros del maestro de la serie Z: la editorial española de Keeler de toda la vida, Reus, va a reimprimir los primeros títulos, según leo en la llamada “página oficial de HSK”. Lástima que les haya dado por cambiar las impagables portadas.

¿Querrá creer alguien que incluso existe un concurso de imitadores de Keeler?

Y es que la web es fantástica.



Un tesoro. Al loro con la cabecera:”El fantasma del crimen”. Editorial Alhambra, Madrid, sin fecha (aunque parece de los 40)



frases

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Mi amigo Seve ha preparado una nueva sección para su siempre refrescante página. ¡A leer!



inocencia

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El estado de infancia para todos en todo momento y a voluntad: ésa es la respuesta de la modernidad para los dolores que provoca. Este devenir-infantil no es un accidente, un minúsculo traspié en una dinámica por entero volcada hacia la medida y la razón, sino que se inscribe en el centro mismo del sistema, es consustancial al individuo tentado por la capitulación a medida que tiene que ir edificándose. El imperio del consumismo y de la diversión ha inscrito el derecho de la regresión en el registro general de los derechos del hombre: una decadencia exquisita, una facilidad deliciosa, qué duda cabe. Pero, más allá de una dosis determinada, el antídoto contra la angustia amenaza con transformarse en veneno, con degenerar en nueva enfermedad. ¿Hasta dónde puede llegar esa divina ligereza sin aniquilar en nosotros el gusto por la reflexión y la razón? El triunfo del principio del placer fue la gran utopía de los años sesenta y todavía vivimos en ese sueño. ¿Cómo limitar, cómo templar esa fantasmagoría pueril que proclama: todo es posible, todo está permitido?

Pascal Bruckner. “La tentación de la inocencia”

Arriba, selección de marionetas del libro “Puppets unlimited with everyday materials” de Gita Wolf y Anuskha Ravishankar, publicado en Madras por Tara Books.



Nunca pensé que fuese a citar desde aquí un artículo de José Vélez, ex-alcalde de Mérida, pero me ha parecido interesante éste que ha publicado en “Extremadura al día” en el que expresa su discrepancia con la corriente mayoritaria de su partido sobre la construcción de una refinería de petróleo en Villafranca de los Barros, una burrada más de unos políticos y empresarios muy burros.



mapa del corazón

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Fama de rendido galán gané en el ánimo de muchas mujeres, gracias a la costumbre de fingir, para que mi alma se sienta menos sola. Por todas partes fui buscando en qué distraer mi inconformidad, e iba de buena fe, anheloso de renovar mi vida y de rescatarme a la perversión: pero dondequiera que puse mi esperanza hallé lamentable vacío, embellecido por la fantasía y repudiado por el desencanto. Y así, engalándome con mi propia verdad, logré conocer todas las pasiones y sufro su hastío, y prosigo desorientado, caricatureando el ideal para sugestionarme con el pensamiento de que estoy cercano a la redención. La quimera que persigo es humana, y bien sé que de ella parten los caminos para el triunfo, para el bienestar y para el amor. Mas han pasado los días y se va marchitando mi juventud sin que mi ilusión reconozca su derrotero.

Jose Eustasio Rivera. “La vorágine”

El mapa de arriba se llama “Guía geográfica al corazón de un hombre con obstáculos y entradas claramente marcadas” es de Jo Lowrey y fué publicado en McCall Magazine en enero de 1960. Lo escaneé del maravilloso libro “You are here” (¡gracias Graça!)



ruskin/1

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Quiero que el objeto de tus primeros bocetos de la naturaleza sea la comprensión y la representación de estos hechos vitales de la forma; usando la pluma, no el acero, sino la canilla, con firmeza y tranquilidad, no garrapatendo nunca, sino diciéndote a ti mismo antes de trazar un solo rasgo: esa hoja es la principal, esa rama es la guia, y este rasgo de tal largo y de tal ancho representa esta parte de ella, punto, lado o nudo o lo que se trate. Decide siempre, mientras estás mirando el objeto, qué es lo que vas a tomar, en consideración de él y qué es lo que no vas a tener en cuenta, y nunca dejes que tu mano te domine, y no adquieras método o hábito de moverla ligeramente. Si quieres trazar una línea continua, tu mano debe pasar de un extremo a otro de ella sin ningún temblor y con calma. Si deseas dibujar una línea quebrada y temblona, tu mano debe temblar, o ir quebrando, con la misma facilidad con que el dedo de un músico pulsa una nota; recuerda únicamente lo siguiente: que no hay método general para realizar cualquier cosa; no se puede dar ninguna receta sobre el modo de dibujar una extensión de hierba. La hierba puede ser raquítica y rígida, o suave y fluida, quemada y comida por las ovejas, o exhuberante y lánguida, fresca o seca, brillante o mate; mírala y trata de dibujarla tal y como es, y no pienses en lo que te hayan dicho acerca de la manera cómo se debe dibujar la hierba.

John Ruskin. Elementos de dibujo.
(Arriba, su visión de Chamonix en 1849).



vedas

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No se han conservado instrumentos de la época védica. No se ha conservado nada de lo que tocaron con sus manos aquellos que entonaban los himnos del Rg Veda. No sólo porque la madera se pudre más rápidamente en el clima tropical, no sólo porque prefirieron no construir templos. Los himnos hablan de palacios de cien puertas. Hablan de joyas bien trabajadas. De empalizadas de bronce. Enumeran utensilios rituales. Nombran armas y carros. Da la impresión de que todo eso no era más que mera realidad mental, que sólo deja emerger el objeto para sumergirlo de nuevo inmediatamente. Sólo permanecieron los bosques salpicados de claros allí donde había pasado el fuego. Permanecieron los himnos, los metros, los nombres. Conservaron las palabras y el fuego. ¿Acaso hacía falta algo más?
Roberto Calasso. Ka



thierry vernet

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Nicolas Bouvier y Thierry Vernet, autor de los dibujos que acompañan esta entrada, viajaron en 1952 desde Suiza hasta la India en un Topolino. Hay fotos de ese accidentado y enriquecedor viaje de dos años en este sitio.

Mi amigo Michel Longuet hizo hace poco un merecido homenaje a la pareja y su coche después de leer un volumen recién aparecido en Francia con las cartas que Vernet escribió durante el viaje.

Dejo aquí abajo un párrafo de “Los caminos del mundo”, el libro que escribió Bouvier:

Tras su jaula de cristal, Ramzan Sahib clasificaba las facturas canturreando con una voz forzada. Era un gigante negro como la pez, con una melena leonina, las palmas de las manos rosadas y un rostro regular, magnífico. Tambien era un as de la mecanica, que cortaba el bronce como si fuera turrón, y un hombre de recursos. Su Khyber Pass Mechanical Shop —un hangar lleno de bidones, un pequeño patio y un elevador— merecía aquel nombre señorial. Ramzan y su equipo reparaban cualquier cosa y reinaban sin discusión en un radio de cuatrocientos kilómetros. Le mandaban coches de Afganistán, de Fort Sandeman, de Sidi, que utilizaban sus últimas fuerzas en pasar los puertos para poder resucitar en su taller.

Aquí, donde utilizan las máquinas hasta el fınal sin preocuparse por revenderlas, los mecánicos ignoran ese repertorio de mímica consternada o despreciativa que en nuestro país avergüenza al propietario de un «cacharro» y le obliga a comprar uno nuevo. Son artesanos, no vendedores. Una culata rota, un árbol de levas hecho trizas, un cárter lleno de una especie de harina de acero: hace falta mucho más que eso para inquietarles. Les impresionan más las piezas en buen estado, faros, puertas que cierran, chasis sólidos; en cuanto a las otras, pues, bien, están allí para repararlas. Desmontan las peores cafeteras, las refuerzan con piezas que sacan de los camiones y las convierten en blindados indestructibles. Es un trabajo de una improvisión admirable, siempre diferente. A veces, a golpes de destornillador, hacen una marca cuando han conseguido realizar con éxito una reparación especialmente difícil. No se aburren y se ganan la vida; mientras están soldando o ajustando algo, se hacen tostadas en el carbón de la forja, comen pistachos y escupen las cáscaras que cubren el banco, siempre tienen a mano una tetera hirviendo. La mayoría de estos mecánicos habían sido camioneros y conocen muy bien la región: sus rincones, sus recuerdos y sus amores se extienden por una vasta provincia. Esto les convierte en hombres inteligentes y de buen carácter. Resulta imposible trabajar con ellos sin trabar amistad.



Estoy leyendo el magnífico libro “Los secretos del Mar Rojo” de mi tocayo Henry de Monfreid y rebuscando sobre él en internet he encontrado esta página donde se pueden ver, además de sus fotos y algunos fragmentos de sus películas, una selección de las acuarelas que fue haciendo durante sus viajes. Como muestra pongo aquí arriba dos autorretratos del año 1927 y el retrato de una somalí.

Y es que hay armadores que harían bien en leer libros como éste antes de mandar sus barcos a según qué sitio.

Marea baja. Mi barco está acostado en la arena húmeda descubierta por la bajamar. Ahmed y Abdi duermen al fresco de la brisa marina beatíficamente, a la sombra del casco.

El mar, retirado al otro lado del arrecife, llena el aire luminoso con su rumor. Parece ser la voz de esta blanca espuma que eternamente bordea el profundo azul del océano sin tiempo.

Tomo asiento bajo el vientre del barco. Un asco profundo me invade cuando recuerdo ese despacho oscuro donde los empleados se mueven entre olores de naftalina y cueros sin curtir.

¿Por qué resignarme a esta vida que para mí equivale a un presidio? ¿Por qué no ceder a la llamada del horizonte azul, a capricho del monzón poderoso, y seguir las pequeñas velas blancas que cada día veo desaparecer hacia ese Mar Rojo lleno de misterios?

¿Por qué desear un porvenir de buen comerciante, si no tengo nada para convertirme en algo así?

La decisión está tomada: presentaré la dimisión.



bocetos

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[youtube]http://youtube.com/watch?v=Mgh6aLWfyVE[/youtube]

¿Por qué son los dibujos preparatorios muchas veces más bellos que el objetivo final y sin duda mucho más interesantes? ¿Por qué hay mucha más fuerza en esos trazos inconclusos, en los bocetos, en ideas difuminadas, que en el producto que se estaba buscando y que tiempo después el pintor halla?No queda duda de que lo atractivo del esbozo incompleto se encuentra en su carácter literario, en que el cuadro está contado desde sus tibios interiores. Porque en ese momento los dibujos son ideas notando antes de amarrarse al salvavidas final. Sin duda en los bocetos hay una narración del futuro cuadro, pero también hay un puente entre el cuadro y las ideas que lo generaron, los materiales de la realidad que habrán de integrarse en él. Y ahí están también las relaciones del pintor con el material. Son mejores los esbozos que el futuro cuadro, porque muestran el experimento, porque ilustran la búsqueda, porque hay en ellos un despliegue de alternativas y variaciones sobre lo que será sin duda un, uno sólo, el único, resultado final.Son mejores, porque en ellos, además de prefigurarse el resultado, se encuentra la búsqueda.

Paco Ignacio Taibo II. “La bicicleta de Leonardo”

(Arriba, mis garabatos en la oscuridad durante el concierto de La Chicana)



pérdida

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Thursday, April 25

En route to Haiti via Kingston, Jamaica, from Havana, Cuba. Horror of all possible horrors. My fear that one day in my travels I would lose my drawings finally materializes. My large wardrobe bag with portfolio of drawings from México and Cuba inside fails to turn up on the baggage carousel at Kingston airport. Air Jamaica and Cubana will do their best to trace the missing bag as I leave for Haiti tomorrow. Check in at the New Kingston Hotel: I have less than an hour to buy toothbrush, replacement sketchbook, pencils and brushes.

Still no news of the bag. At dinner console myself by sampling Jamaican wine which is unexpectedly excellent Monterey white, a medium dry wine with pleasantly fruity bouquet reminiscent of a Chenin Blanc grape, accompanies a fish course. I follow this up with a half-bottie of Montpelier Red, a light Burgundy with the astringent flavour of a mature Barolo. But despite this attempt to drown my sorrows, spend a sleepless night, worrying about the fate of my drawings. At Ieast I have my working sketchbook in which I invariably make rough compositional notes of how and when to draw subjects. I might be able to re-draw from such notes or photographs. Then, with a sinking heart, realize that some I can never re-create. I think of Victorian Special Artist, Melton Prior, who actually wept on discovering the loss of an irreplaceable sketchbook during the Zulu War, containing his sketches of the whole campaign.

Leo esta entrada del diario de Paul Hogarth que acompaña sus ilustraciones en el libro “Graham Greene Country” y viene a cuento porque también yo perdí hace unos diez días una libreta de apuntes. Horror de todos los posibles horrores, como dice él. Arriba, uno de los dibujos de La Habana perdidos (y después encontrados). Espero que los míos tengan la misma suerte.



porteadores

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Nuestro mundo se sustenta sobre los hombros del otro. Sobre niños que trabajan, sobre plantaciones y materias primas pagadas con calderilla: hombros de desconocidos sostienen nuestro peso, obeso en su desproporción de riquezas. Lo he visto.

En ascensiones que duran varios días hacia los campamentos base de alta montaña, hombres, y mujeres también, y muchachos también, llevan en cuévanos entretejidos nuestro peso. Mesas, sillas, vajillas, tiendas, cocinas, combustibles, cuerdas, utensilios de escalada, alimentos para muchas semanas, en definitiva, una aldea para morar donde no hay nada.

Sostienen nuestro peso por el precio de trescientas rupias nepalíes al día, menos de cuatro euros, los cuévanos soportan cuarenta kilos, pero hay quien lleva más. Las etapas son largas, fatigan al viajero que lleva su mochilita con el mínimo necesario.

Esportilleros de todas nuestras comodidades, caminan sobre chanclas o bien descalzos por pendientes en las que escasea el oxígeno, mientras va bajando la temperatura. De noche acampan al aire libre alrededor de un fuego, cocinan arroz con verduras recogidas en los alrededores, mientras haya algo que sobresalga del terreno. En el Nepal hay vegetación hasta los tres mil quinientos metros.

Los demás dormimos en tiendas tras una comida caliente que ellos cocinan.

Sostienen nuestro peso sin perder ni un gramo, no falta ni un pañuelo en el equipaje que nos entregan al final de la etapa.

No están mejor adaptados que nosotros a la altura, de noche les oigo toser. A menudo, son campesinos de los valles bajos de los arrozales. Nosotros renqueamos en silencio, ellos no renuncian a hablarse, a ir relatando, mientras avanzan.

Nosotros, vestidos con varias capas de tecnología ligera, transpirable, cálida, antiviento, etcétera; ellos, con trapos raídos, algún jersey de lana desgastadísimo: sostienen nuestro peso y sonríen cien veces más que nuestro más extrovertido parrandero. Nos cuecen la pasta con el agua de las nieves, huevos incluso han traído hasta aquí, a cinco mil metros de altura. Sin ellos no seríamos ágiles, ni atléticos, ni ricos. Desaparecen al final del acarreo, van a desperdigarse entre los valles, a tiempo aún para las faenas del arroz y de la cebada.

Erri de Luca. Tras las huellas de Nives



tibet

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Cuanto más leo sobre el Tíbet peor me huelen los tejemanejes del exilio tibetano. ¿A santo de qué vienen estas manifestaciones precisamente ahora? La idea dominante en Occidente pasa ahora por la demonización del chino y el Dalai Lama (a quien China, recordemos, no prohíbe volver) aprovecha el año olímpico y la consiguiente exposición a los medios. Hoy leo que la mayoría de los muertos de estos días son chinos de etnia Han y no tibetanos represaliados, como se nos ha vendido estos días atrás.

A propósito, ¿por qué se dejó de hablar de las otras manifestaciones en Birmania?¿Son menos publicitarias o es sólo que hay menos pasta detrás?



notas

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Bartlebooth nunca habló mucho de sus viajes y, de unos años a esta parte, no ha hablado más de ellos. A Smautf, en cambio, sí le gusta recordarlos, pero cada vez le falla más la memoria. Durante todos sus años de peregrinación, llevó una especie de dietario en el que, al lado de sumas prodigiosamente largas que ya no recuerda qué sumaban, apuntaba el resumen de sus jornadas. Tenía una letra bastante curiosa: las barras de las t parecía que subrayaban las palabras de la línea superior y los puntos sobre las íes parecían interrumpir las frases de la línea de arriba; en cambio, intercalaba en la línea de abajo los rabos y arabescos de las palabras que iban encima. El resultado, hoy día, está lejos de resultar siempre claro, tanto más cuanto que Smautf estaba convencido de que la simple lectura de una palabra que entonces resumía perfectamente toda la escena, bastaría para resucitar el recuerdo en su totalidad, como esos sueños que se recuerdan de golpe en cuanto se logra evocar un solo elemento suyo: por eso apuntaba las cosas de modo muy poco explícito. Por ejemplo, bajo de la fecha del 10 de agosto de 1939 -en Tankaungu, Kenia- se puede leer:

Caballos de fiacre que obedecen la voz del cliente, sin cochero.
El cambio de las monedas de cobre se da en papel.
Las habitaciones abiertas en la posada.
¿Quiere… me?
Es jalea de pie de ternera (calf foot jelly)
Manera de llevar los hijos.
Cena en casa del señor Macklin.

Smautf ya no entiende lo que quiso recordar así. Sólo se acuerda -y no lo apuntó nunca- de que ese Mr Macklin era un botánico de más de sesenta años que, después de pasarse veinte años catalogando mariposas y helechos en los sótanos del British Museum, se había ido a hacer el inventario sistemático de la flora de Kenya sobre el terreno.

Georges Perec. “La vida instrucciones de uso”

Arriba, las notas que fui tomando durante el último viaje a Cerdeña.



algarrobico

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La historia del Hotel de El Algarrobico, para los que no me leáis desde España y no estéis al tanto del tejemaneje, es la siguiente: un constructor le pagó un dineral a un concejal de urbanismo para que le dejaran construir un superhotel de lujo, ilegalmente, en pleno parque natural de Cabo de Gata. Greenpeace lo denunció desde el principio y finalmente, tras años de lucha, y con el hotel casi terminado, se consiguió que fuera declarado ilegal y que se ordenara su demolición. Esto fue hará un par de años. El hotel nunca se derribó.

Ahora, la Junta de Andalucía se inventa una triquiñuela legal para que el hotel pueda abrirse .

Greenpeace ha remitido una carta a Manuel Chaves, Presidente de la Junta de Andalucía, expresando su decepción ante las intenciones de la Administración andaluza de legalizar el hotel que la empresa Azata construyó ilegalmente en la playa de El Algarrobico mediante la aprobación de un nuevo Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar.

Puedes pedirle aquí al Presidente de la Junta de Andalucía que no permita la modificación del plan para legalizar este hotel convertido en símbolo.



dibujo

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“Aprendemos en el arte del dibujo lecciones valiosas para otros campos de la vida, no sólo el de la experiencia estética.”

Así comienza un artículo de Antonio Muñoz Molina sobre la exposición de dibujos que todavía puede verse en el Museo Thyssen de Madrid (flojísima, se ve que Abelló ha ido comprando sólo nombres y de la marabunta de rayas que rellena las paredes sólo llegan a gustarme una cosa de Degas y otra de Schiele)

El resto del artículo, lleno de buenas ideas sobre el dibujo, puede leerse aquí.



fisher

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Muere otro mito: el gran Bobby Fisher. Genio y figura hasta la sepultura.

DOS ACTUALIZACIONES.

El País de hoy (27-1-08) publica un buen artículo del gran John Carlin.

Me gustó mucho la viñeta de Medina para Público.



catch22

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Estas navidades me voy a releer el fantástico Catch22 de Joseph Heller.

—Hablemos de Orr… ¿Está loco?
—Claro.
—¿Puedes darle de baja?
—Naturalmente que puedo. Pero ha de ser él quien me lo pida. Esto forma parte de la regla.
—Entonces, ¿por qué no te pide que le des de baja?
—Porque está loco. Tiene que estarlo de remate, para sufrido. Claro que le puedo dar de baja; pero tiene que ser él quien me lo pida.
—¿Eso es todo lo que tiene que hacer para que le des de baja?
—Eso es todo. Dile que me lo pida.
—¿Y le darás de baja?
—No. No podré darle de baja.
—¿Quieres decir que hay trampa?
—Naturalmente. Hecha la ley, hecha la trampa. Y aqui la trampa es el articulo 22: Todo el que quiere rehuir sus deberes de combatiente está perfectamente cuerdo. Era una trampa muy ingeniosa el articulo 22. Sentaba como argumento básico que la ansiedad y la inquietud experimentadas por un ser humano ante un peligro real e inmediato eran el proceso lógico de una mente racional. Orr estaba loco y podía dársele de baja. Todo lo que tenía que hacer era solicitarlo, pero, al hacerlo, dejaba de estar loco, y, por consiguiente, estaba en condiciones de emprender una nueva misión. Orr demostraba su locura volando, y no volando, su cordura. Pero desde el momento que estaba cuerdo, tenía que seguir volando. Yossarian se sintió hondamente perturbado, y dejó escapar un silbido de admiración.
—Una trampa muy bien armada—dijo Yossarian—, la del articulo 22.
—Puedes decirlo—convino el doctor Daneeka.



canon

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Hoy lunes se deshoja la margarita del PP. El Congreso decidirá el jueves de forma definitiva sobre la polémica ley de la compensación por copia privada. ¿Seremos serios?



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