Primera a la izquierda:vista desde el sitio al que sube el teleferico. A continuacion: el bonito barrio que sobrevuela. Abajo, un descampao de esos que me gusta dibujar y un minarete del 800







tlemcem

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Me gusta Tlemcen: es limpia, ordenada, simpatica. Me desagrada abandonarla.

En Googlemaps se la ve hecha una señora ciudad.



oran

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Al camino que lleva al barrio “escalera” , pronunciado asi, se le llama “caminico del la muerte”, tambien en castellano.



Unas acuarelas recientes que he hecho en la bonita ciudad de Argel.



kabylia

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Un sitio que me quedaré sin ver. Imágenes de ¿Edy Legrand? sacadas de “L´Afrique du Nord”. Editions Odé, 1954.



embriaguez

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Mire usted esta ciudad. Se está derrumbando de pura insignificancia. Impersonal, anónima, plebeya. Parece una maqueta carcomida. Sin embargo, el cielo que hay encima de ella no tiene parangón. Su Sol es orgasmo. Idilio su noche. Este pais está sediento de embriaguez. Ha sido expresamente creado para la juerga.
Yasmina Kadra. “Doble Blanco”

Arriba, cuadro de Mondzain. La plaza del gobierno, ahora Place des Martyrs, en Argel. Escaneado de “L´Afrique du Nord”. Editions Odé.1952



bibliografía

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He preparado una bibliografía ilustrada sobre cuadernos de viaje. Podéis verla aquí.



En homenaje a mi amigo Xuan subo estas imágenes: la primera es una foto de un cuaderno de Darwin, las otras tres son dibujos del ilustrador de la expedición, Conrad Martens, que sustituyó a mitad de expedición a Augustus Earle.
Las obras completas de Darwin pueden verse en esta interesante página.



africa

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Dos mapas de Africa que me gustan. El de arriba, antiguo, de Herbert Pothorn, de quien ya hablé aquí, el de abajo una revisitación actual de la gráfica de los 30 de mi amiguete Jose María Lema.



barcos

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Se trata en el fondo de una pasión no muy frecuente. El hombre, por naturaleza, es un ser sedentario; desde que pudo dedicarse a la agricultura después de abandonar la pobre y peligrosa existencia de recolector y cazador, se estableció, feliz, sobre su pedazo de tierra, se separó de sus vecinos con lindes o murallas, dispuesto a derramar sangre, e incluso a perder la vida, en defensa de su terruño. Si lo abandonaba tenía que ser por una fuerza mayor: expulsado por el hambre, la peste, la guerra o la necesidad de encontrar un trabajo; o bien por razones profesionales cuando se trataba de navegantes, mercaderes o guías de caravanas. Pero nunca han abundado las personas que durante años se dedicasen a recorrer el mundo de punta a punta por su propia voluntad, sin imposición alguna, con el único fin de conocerlo, estudiarlo y comprenderlo, para, luego, además, describirlo todo.
¿Cómo anidó en Heródoto esta pasión? Tal vez naciera de la pregunta que habría surgido en su mente de niño: “¿De dónde vienen los barcos?” Pues los niños, mientras juegan en la playa de un golfo, ven que allá lejos, en la línea del horizonte, de pronto aparece un barco y que, a medida que se aproxima a ellos, se vuelve cada vez mayor. ¿Pero de dónde ha salido? Seguramente la mayoría de los niños no se hace preguntas como ésta. Uno de ellos, sin embargo, mientras construye su castillo de arena, en el momento menos pensado puede preguntar: ¿de dónde ha salido esta nave? Al fin y al cabo, esa línea tan lejana, rayana en lo infinito, ¡parecía marcar el fin del mundo! ¿Acaso hay otro más allá de ella? ¿Y un tercero más allá de ese otro? ¿Cómo son? Y el niño empieza a buscar una respuesta. Y luego, cuando se convierta en adulto, la buscará con más ahínco todavía, empujado por esa curiosidad que no ha logrado satisfacer.

Ryszard Kapuscinski. Viajes con Herodoto.



panticosa

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La del Balneario de Panticosa es una historia trágica y muy española: hasta hace escasos años se conservaba, congelado en el tiempo, un complejo vacacional de principios del Siglo XX con hoteles, casas, fuentes y paseos. Entonces, en pleno delirio constructor, fue adquirido por una empresa que pretendió revitalizarlo como balnenario y se embarcó en un proyecto megalómano consistente en derruir buena parte de lo allí existente para edificar un complejo de lujo firmado por la hija de Rafael Moneo.

Praderas, paseos, arboledas y edificios protegidos fueron arrasados de la noche a la mañana. No menos de 15 grúas sustituyeron los bonitos hoteles y lo que fue un agradable sitio de descanso entre montañas se convirtió en paraíso del ladrillo y pesadilla de los paseantes que pretendían terminar en el refugio de montaña adyacente una etapa del extenuante GR-11. La empresa constructora, NOZAR, está hoy en quiebra y el encanto del lugar ha desaparecido para siempre sustituído por bloques informes de hormigón a medio terminar, aparcamientos gigantes, explanadas de cascotes y fantasmales casetas de obra.

El futuro se presenta negro: todo apunta a que el balneario cerrará definitivamente y el sueño de una sociedad loca que pretendió ser más de lo que era quedará conservado en piedra para, esperemos, escarmiento y advertencia para próximas generaciones de españolitos.



diversidad

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En la región donde ahora me encuentro las tribus se cuentan por docenas. Se configuran en uniones y confederaciones cuyas reglas y costumbres no conoce nadie excepto sus miembros. Yo, un extraño, soy incapaz de orientarme en todo esto, de ordenarlo, agruparlo. Cómo voy a saber qué relaciones mantienen los mwaka o los pande o los banya con los baya? Pero ellos sí saben, su vida depende de ello. Saben quién pone púas envenenadas y en qué sendero, dónde hay un hacha enterrada.
A propósito: ¿de dónde han salido tantas tribus? Sólo en Åfrica había diez mil hace ciento cincuenta años. Basta con dar un paseo a lo largo de un camino: en la primera aldea viven los tulama, pero ya en la siguiente, los arusi, que nada tienen que ver con sus vecinos. A una margen del río, los niurle, y en la otra, los topota. La cumbre de la montaña está habitada por una tribu y el pie por otra diferente.
Y cada una tiene su lengua, sus costumbres, sus dioses. ¿Cómo se ha producido todo esto? ¿Cómo nació esa diversidad tan increíble, esa impresionante riqueza? ¿En qué momento empezó todo? ¿Cuándo? ¿En qué lugar? Los antropólogos sostienen que en el comienzo fue un grupo pequeño. Tal vez varios. Ninguno de ellos podía contar con más que treinta o, a lo sumo, cincuenta miembros. Si fuese menos numeroso, no podría defenderse; si fuese mayor, no hallaría comida suficiente para todos.

Ryszard Kapucinski. Viajes con Heródoto



viaje a huesca

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[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=nN_VIhjdG-8[/youtube]

Esta la libreta la he rellendo durante un viaje reciente. Las primeras páginas las hice en Jaca, donde estuve dando el curso “A vueltas con el cuaderno”, del que se ha creado un blog que podéis ver aquí y se habla bastante aquí (en italiano).

He subido algunas imágenes de esta libreta bastante ampliadas a mi Flickr y en este otro sitio pueden verse mis fotos del curso de Jaca.



triana

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El sol se había puesto hacia más de una hora cuando llegamos al barrio de Triana; recorrimos, guiados por Coliron, varias calles bastante sucias y totalmente a oscuras, pues la iluminación y la limpieza están igualmente abandonadas en el barrio de los gitanos. A pesar de ello llegamos sin tropiezo frente a la botillería del tío Miñarro, a cuya puerta platicaban fumando su papelito varios personajes en traje andaluz, entre los que reconocimos algunos de los aficionados que habíamos encontrado en la academia de baile.
Después de cruzar una sala donde bebían apaciblemente algunos tipejos de aspecto un tanto insolente, penetramos en un patio rodeado de columnas de mármol blanco rematadas por capiteles esculpidos. Este patio, como un gran número de los que todavía se ven en Sevilla, se remontaba al tiempo de los árabes; unos limoneros seculares tapizaban los agrietados muros y unas plantas trepadoras se enrollaban alrededor de las columnas que el tiempo amarillea; en las esquinas del patio se alzan bananeros de hojas dentadas y uno de esos arbustos, comunes en Andalucía, llamados damas de noche. Cuatro lamparillas de las que acabamos de describir iluminaban de extraña manera esta vegetación inculta, pero lujuriante; unas sillas de paja y unos bancos de pino dispuestos entre las columnas esperaban a los espectadores. Una media docena de jóvenes de espesas patillas de “boca de jacha” charlaban en medio del patio, mientras templaban sus guitarras, con algunas majas a las que nos pareció haber entrevisto ya en nuestra visita a la fábrica de tabacos. Eran, en efecto, cigarreras, e incluso la flor de las cigarreras, como oímos decir a nuestro alrededor.

Jean Charles Davillier. L´Espagne. 1874



kavf

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El hombre se da por satisfecho con descansar tumbado a la sombra; es plenamente feliz a la orilla de un río espumeante o al fresco amparo de un árbol perfumado, fumando una pipa o tomando a sorbos una taza de café o bebiendo un vaso de sorbete, pero sobre todo perturbando el cuerpo y la mente lo menos posible, siendo el problema de la conversación, las insatisfacciones que pueden causar la memoria y la vanidad del pensamiento las interrupciones más desagradables de su kayf. No es extraño que kavf sea una palabra intraducibie a nuestra lengua materna.

Richard Burton. Peregrinaje a la Meca



café

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Fueron los otomanos los que descubrieron que se utilizaba el café en el Yemen durante su primera ocupación del país, de 1536 en adelante. Veinte años después Estambul y El Cairo tenían tiendas de café; en la década de 1630 se bebía café como una bebida social en Balliol College, Oxford; París tenía 50 cafés en 1690; en Boston, en América, se abrió el primer café en 1689. El café se había convertido rápidamente en sinónimo de tratos oscuros, intriga y sedición. En el mundo islámico hombres doctos atacaban la sustancia como “haram”: una práctica prohibida a los musulmanes. En el Cairo, el que te sorprendieran en un café era un delito que se castigaba con la flagelación; a los reincidentes se les metía en un saco, se cosía el saco y se les arrojaba al Nilo.

Kevin Rushby. En busca de las flores del paraiso.



civilización

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Quizá la caza de cabezas sea una muestra de la barbarie primitiva, pero tiene una contrapartida mucho más terrible en las guerras de la civilización moderna. La civilización de nuestros días no es, después de todo, más que un grado superior respecto a la cultura bárbara. Sería cuestión a discutir si los primitivos salvajes, con sus rudas concepciones y creencias, con sus métodos de socialización y sus reglas de alta moral, no llevan una vida más pura y verdadera que nosotros, los civilizados. Sus aldeas no conocen la miseria de las grandes ciudades; a sus habitantes no les corrompe la codicia, ni ocultan los más abyectos sentimientos bajo un disfraz de respetabilidad. Alguna vez se dejan llevar por sus instintos bélicos y capturan una o dos cabezas, pero esto lo realizan en noble lucha. En cambio nosotros, los supremos representantes del progreso, agotamos los recursos de las naciones para destruir a millares de vidas humanas. Parece como si civilización significase lo mismo que degeneración. Sin embargo, penetra a viva fuerza en el Jardín del Edén, impone su cultura a estos pueblos sencillos y les arranca de sus aldeas, llenas de paz y de dicha, para hacerles trabajar en las minas y en las plantaciones; para despertar en ellos el deseo de las inútiles riquezas y placeres de los blancos, que sólo sirven de señuelo para cambiar su libertad en esclavitud.

Frank Hurley. Entre los cazadores de cabezas de Nueva Guinea. Joaquín Gil Editor. Buenos Aires, 1956.



asombro

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A decir verdad, no sabemos lo que incita al hombre a recorrer el mundo. ¿Curiosidad? ¿Anhelo irrefrenable de aventura? ¿Necesidad de ir de asombro en asombro? Tal vez: la persona que deja de asombrarse está vacía por dentro; tiene el corazón quemado. En aquellos que lo consideran todo deja vu y creen que no hay nada que pueda asombrarlos ha muerto lo más hermoso: la plenitud de la vida. Heródoto se sitúa en el polo opuesto. Con su continuo ir y venir, es un nómada infatigable, ocupado en mil cosas, rebosante de planes, ideas, hipótesis… Siempre de viaje. Incluso cuando está en casa (pero ¿dónde está su casa?), es porque o acaba de volver de un viaje o está preparando el siguiente, el cual ha de ser entendido como un esfuerzo e indagación, como un intento de conocerlo todo: la vida, el mundo, a sí mismo.

Ryszard Kapucinski. Viajes con Heródoto



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