AmplÃo mi entrada de ayer sobre el viaje en el Transcantábrico con estos retratos de dibujantes, y sin embargo amigos, que hice el último dÃa, justo cuando comenzaba a entonarme. De arriba abajo, Federico Del Barrio, Raúl, Alfredo y Alcorlo, Fernando Vicente y el editor de Rey Lear, Jesús Egido.
May
4
transcantábrico/2
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May
3
transcantábrico/1
Categoría: hago
Etiquetas: viaje
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Hace unos dÃas he vuelto de un viaje de trabajo, si es que puede llamársele asÃ. La compañÃa ferroviaria FEVE y el editorial Rey Lear han tenido la buena idea de juntar quince dibujantes, llevárselos de viaje por el norte de España, publicar un libro y hacer una exposición con lo dibujado. El resultado promete porque la lista de autores es apabullante: Raúl, Federico del Barrio, Jorge Arranz, Victoria Martos, Fernando Vicente, Kim, Toño Benavides, José Carralero, Manuel Alcorlo, Peridis, Miguel Angel MartÃn, Raúl Arias, Juan Ballesta y Alfredo.
Arriba, parte de mi producción de esos intensos dÃas. Algunas fotos, aquÃ.
ACTUALIZACIÓN: Eva Orúe y Sara Gutiérrez han escrito una pequeña crónica del viaje que podéis leer aquÃ.
Apr
6
destrucción
Categoría: leo
Etiquetas: viaje
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De resultas, el paÃs puede verse barrido por oleadas manÃacas aterradoras y casi irresistibles. La Revolución Cultural es un ejemplo en el que se condenó y, a ser posible, se eliminó no sólo todo lo extranjero, sino todo lo que hablara del pasado chino. Templo tras templo, las mezquitas, los monumentos y los monasterios, las pinturas, los biombos, libros y jarrones, los objetos y los artistas; casi todas las personas y todas las cosas vulnerables, creativas o inconformistas resultaron dañadas o destrozadas. Gran parte del esplendor y la belleza de una gran civilización quedó destruÃda en pocos años por unos niños infectados de ideologÃa: los guardias rojos. Esto es algo que no es probable que ocurra en la democracia -vacilante, hipócrita y calamitosa- que es la India.
Vikram Seth. El lago del cielo
Apr
5
tren india
Categoría: veo
Etiquetas: dibujo, viaje
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Estos dibujos de aquà arriba son Divya Saxena e ilustran la agenda “Changing Landscapes” que publicó en 2003 Tulika Books para Indian Railways.
Mar
15
café
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Fueron los otomanos los que descubrieron que se utilizaba el café en el Yemen durante su primera ocupación del paÃs, de 1536 en adelante. Veinte años después Estambul y El Cairo tenÃan tiendas de café; en la década de 1630 se bebÃa café como una bebida social en Balliol College, Oxford; ParÃs tenÃa 50 cafés en 1690; en Boston, en América, se abrió el primer café en 1689. El café se habÃa convertido rápidamente en sinónimo de tratos oscuros, intriga y sedición. En el mundo islámico hombres doctos atacaban la sustancia como “haramâ€: una práctica prohibida a los musulmanes. En el Cairo, el que te sorprendieran en un café era un delito que se castigaba con la flagelación; a los reincidentes se les metÃa en un saco, se cosÃa el saco y se les arrojaba al Nilo.
Kevin Rushby. En busca de las flores del paraiso
Mar
9
bombay
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Afuera me esperaba una realidad insólita: oleadas de calor, vastos edificios grises y rojos como los de un Londres victoriano crecidos entre las palmeras y los banianos como una pesadilla pertinaz, muros leprosos, anchas y hermosas avenidas, grandes árboles desconocidos, callejas malolientes, torrentes de autos, ir y venir de gente, vacas esqueléticas sin dueño, mendigos, carros chirreantes tirados por bueyes abúlicos, rÃos de bicicletas, algún sobreviviente del British Raj de riguroso y raÃdo traje blanco y paraguas negro, otra vez un mendigo, cuatro santones semidesnudos pintarrajeados, manchas rojizas de betel en el pavimento, batallas a claxonazos entre un taxi y un autobús polvoriento, más bicicletas, otras vacas y otro santón semidesnudo, al cruza una esquina, la aparición de una muchacha como una flor que se entreabre, rachas de hedores, materias en descomposición, hálitos de perfumes frescos y puros, puestecillos de vendedores de cocos y rebanadas de piña, vagos andrajosos sin oficio ni beneficio, una banda de adolescentes como un tropel de venados, mujeres de sarÃs rojos, azules, amarillos, colores delirantes, unos solares y otros nocturnos, mujeres morenas de ajorcas en los tobillos y sandalias no para andar sobre el asfalto ardiente sino sobre un prado, jardines públicos agobiados por el calor, monos en las cornisas de los edificios, mierda y jazmines, niños vagabundos, un baniano, imagen de la lluvia como en el cactus es el emblema de la sequÃa, y adosada contra un muro una piedra embadurnada de pintura roja, a sus pies unas flores ajadas: la silueta del dios mono, la risa de una jovencita esbelta como una vara de nardo, un leproso sentado bajo la estatua de un prócer parsi, en la puerta de un tugurio, mirando con indiferencia a la gente, un anciano de rostro noble, un eucalipto generoso en la desolación de un basurero, el enorme cartel en un lote baldÃo con la foto de una estrella de cine: luna llena sobre la terraza del sultán, más muros decrépitos, paredes encaladas y sobre ellas consignas polÃticas escritas en caracteres rojos y negros incomprensibles para mÃ, rejas doradas y negras de una villa lujosa con una insolente inscripción: Easy Money, otras rejas aún más lujosas que dejaban ver un jardÃn exuberante, en la puerta una inscripción dorada sobre el mármol negro, en el cielo, violentamente azul, en cÃrculos o en zigzag, los vuelos de gavilanes y buitres, cuervos, cuervos, cuervos…
Octavio Paz. Bombay
Mar
7
distancia
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¿Cómo medir la sensación de alejamiento, de la distancia? Estar lejos ¿de dónde?, ¿de qué lugar? ¿Dónde está ese punto de nuestro planeta que a medida que lo dejamos atrás tenemos la impresión de encontrarnos cada vez más cerca del fin de la tierra? ¿Acaso es un punto en el sentido meramente emocional (mi casa como centro del mundo)? ¿O cultural (como, por ejemplo, la civilización griega)? ¿O religioso (como La Meca)? Al preguntársele qué considera el centro del mundo: ParÃs o México, la mayorÃa de la gente responderá: ParÃs. ¿Por qué? Al fin y al cabo, la ciudad de México es más grande que ParÃs y, al igual que ella, tiene su metro, y sus monumentos importantes y sus grandes obras de arte, y sus magnÃficos escritores. Y no obstante dirán: ParÃs. O que alguien declare que para él el centro del mundo es El Cairo. Al fin y al cabo, es más grande que ParÃs, y los monumentos, y la universidad, y la pintura… Y, sin embargo, ¿muchos apoyarÃan El Cairo? De modo que queda ParÃs (en cualquier caso, quedaba cuando la asustada Jeanne atravesaba Siberia con el corazón en un puño). Queda Europa. La europea es la única civilización que ha tenido y que (casi) ha satisfecho su ambición de universalidad. Otras civilizaciones, convencidas de abarcar el mundo entero, no pudieron satisfacerla bien por motivos técnicos (como los mayas), o bien porque nunca mostraron tal interés (por ejemplo. China).
Ryszard Kapuscinski. El imperio.
(Arriba, un dibujo que hice hace unos años en los Annapurnas)
Mar
1
mudanzas
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Porque muchas cosas con un cierto dolor dan gusto a nuestros cuerpos, como es el mudarlos de una parte a otra, para refrescar el lado aún no cansado, en la forma que Homero nos pintó a Aquiles, ya puesto boca abajo, ya vuelto al cielo, mudándose en varias posturas, por ser muy propio de enfermos no durar mucho en un estado, tomando por remedio las mudanzas. De aquà nace el hacerse vagas peregrinaciones y el navegar remotos mares haciendo, ya en el agua y ya en la tierra, experiencia de la enemiga liviandad. Unas veces decimos que queremos ir a la provincia de Campania; y cuando nos cansa lo deleitable, pasamos a los bosques Brucios y Lucanos; y tras esto queremos que en la montaña se procure algún sitio de recreación en que los lascivos ojos se eximan de la prolija inmundicia de lugares hórridos; y para esto vamos a Taranto, ya su celebrado puerto ya otros sitios de cielo más templado, para pasar el invierno en las casas que fueron otro tiempo capaces y opulentas a su antigua población. Luego decimos “Volvamos a la ciudad, porque ha muchos dÃas que nuestras orejas carecen del estruendo y aplauso, y tenemos gusto de ver en los espectáculos derramar sangre humana, pasando de unas fiestas en otras.†y de este modo, como dijo Lucrecio, anda cada uno huyendo de sÃ: pero ¿de qué le aprovecha, si nunca acaba de ejecutar la huÃda ? Va siguiéndose a sà mismo, con que le molesta un pesado compañero. Conviene, pues, que nos desengañemos, confesando que la culpa no está en los lugares, sino en nosotros, que somos flacos para sufrir mucho tiempo el trabajo o el deleite, nuestras cosas o las ajenas.
SÉNECA sobre el viajar
Feb
28
kathmandú
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Kathmandú es una cludad vital, mercenaria, religiosa, con pequeños santuarios a deidades adornados con flores a lo largo de las estrechas y concurridas calles; con vendedores de frutas, vendedores de flautas, vendedores de postales y pornografÃa; tiendas que expenden cosméticos occidentales, rollos de pelÃculas y chocolate, o utensilios de cobre y antigüedades nepalesas. Las radios atruenan con canciones de pelÃculas, suenan las bocinas de los coches, repican los timbres de las bicicletas, vacas perdidas mugen de modo inquisitivo a las motocicietas, los vendedores pregonan sus mercancÃas.
Vikram Seth. “El lago del cielo”
Feb
23
kagbeni
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A pocas horas de Jomosom, siguiendo el amplio y pedregoso cauce del Kali Gandaki superior, pasamos junto al pueblo de Kag. Era el primero de los muchos pueblos tÃpicos tibetanos que existen en aquella región.
Kag está construido como un fuerte cuyas murallas fueran las blancas paredes exteriores de las casas, muy juntas unas a otras. En el pueblo se entra a través de túneles que cruzan esas casas, y aunque Kag ha dejado de ser hace tiempo uno de los principales puntos de defensa de la antigua ruta comercial al Mustang, su posición en el lugar donde coinciden dicha ruta y la que lleva directamente a Muktinath le ha dado una nueva importancia estratégica para los khambas. En efecto, allà han establecido uno de los tres principales centros de aprovisionamiento de la zona.
Michel Peissel. Los Khambas. Editorial Juventud
Feb
22
álvaro siza
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Esta es la nota de Alvaro Siza sobre dibujos de viaje. La transcripción en portugués, para quien tenga dificultades en entender su caligrafÃa, es ésta:
Nenhum desenho me dá tanto prazer como estes: desenhos de viagem.
Viajar é como prova de fogo, individual ou colectivamente.
Cada um de nós esquece à partida um saco cheio de preocupações, aborrecimentos, stress, tédio, preconceitos.
Simultaneamente perdemos um mundo de pequenas comodidades e os encantos perversos de rotina.
Viajantes Ãntimos ou desconhecidos dividem-se em dois tipos: admiráveis e insuportáveis.
Um bom amigo sofre verdadeiramente porque o Mundo é grande. Jamais poderá permitir-se – diz – repetir uma visita; abala nervoso, crispado, olhos a saltar das órbitas.
Por mim gosto de sacrificar muita coisa, de ver apenas o que imediatamente me atrai, de passear ao acaso, sem mapa e com uma absurda sensação de descobridor.
Haverá melhor do que sentar numa esplanada, em Roma, ao fim da tarde, experimentando o anonimato e uma bebida de cor esquisita – monumentos e monumentos por ver e a preguiça avançando docemente?
De súbito o lápis ou a bic começam a fixar imagens, rostos em primeiro plano, perfis esbatidos ou luminosos pormenores, as mãos que os desenham.
Riscos primeiro tÃmidos, presos, pouco precisos, logo obstinadamente analÃticos, por instantes vertiginosamente definitivos, libertos até à embriaguez; depois fatigados e gradualmente irrelevantes.
Num intervalo de verdadeira Viagem aos olhos, e por eles a mente, ganham insuspeita capacidade.
Aprendemos desmedidamente; o que aprendemos reaparece, dissolvido nos riscos que depois traçamos.
Escaneé la página del libro de Carles Muro, “Arquitecturas fugaces”, publicado por mi amigo Ricardo Lampreave)
Feb
18
annapurnas
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El camino que lleva desde las gargantas del Kali Gandaki al Mustang es uno de los más espectaculares del Himalaya, porque dichas gargantas son uno de los espectáculos más impresionantes de nuestro planeta. Se trata de un gigantesco cañón, conocido como “la Gran Brecha Himalayaâ€, que traza un corte de cuatro kilómetros y medio de profundidad entre los montes Annapurna y Dhaulagiri.
El camino que discurre por este cañón tiene que pegarse al lecho del rÃo o a las verticales paredes de las grandes laderas rocosas, convirtiéndose a veces en una muesca tallada en la piedra. En dos puntos, el estrecho sendero pasa por túneles abiertos por la mano del hombre, que ha salvado asà los agudos ángulos. Estos túneles desembocan en larguÃsimas escaleras que bajan al rÃo, cruzado por desvencijados puentes.
Michel Peissel. Los Khambas. Editorial Juventud
Feb
16
hindúes
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En el primer momento, el brillo de sus ojos puede engañar. Pero se encuentran a menudo fealdades particulares, viciosas, psÃquicas. Algunos ancianos son hermosos. Pero entonces, hermosos sin igual. Ningún paÃs tiene ancianos de una majestad comparable, especies de viejos músicos, de viejos faunos, que conocen todo en la vida, pero que no se han deteriorado, ni aun emocionado excesivamente. Pero se vuelven hermosos. Para el hindú y el bengalà la edad ingrata es desde los 8 a los 60 años. Tienen un aire bobo. La vida es para ellos la edad ingrata. La cabeza de Tagore a los 60 años es espléndida. A los 20, es una cabeza que no vive bastante, que no tiene brÃo, y que no es todavÃa bastante reposada, con ojos demasiado sensuales, bastante juiciosa? de tal modo la sabidurÃa es el destino del hindú. Han tenido razón en persuadir a los hindúes que deben alcanzar la sabidurÃa o la santidad: por el solo estudio de su fisonomÃa, yo les. darÃa el mismo consejo. Sed santos, sed sabios. Esos rostros degradados, bastardeados, ese aire estúpido, esas frentes bajas, bobas ¿no invento? no hay más que hojear una revista cualquiera, esa impertinencia y esa desverguenza (se absuelven de todo), ese aire ávido (cuando son ávidos), ¡no, tampoco les conviene el comercio! Los Maruaris (“venderÃan la leche de su madre, dice el proverbio, para hacer dinero†), el aire fatuo, rastacuero, pretencioso, egoÃsta, afean millones de rostros. En la India los poderosos raras veces tienen rostros bellos. He visto uno solo, ¡pero tan deslumbrador! Supongo que es a causa de esa plenitud vigorosa de la belleza cuando aparece entre ellos, excepcionalmente, que se ha dicho siempre que eran hermosos.
Henri Michaux. Un bárbaro en Asia.
Arriba, viñeta de Milo Manara de su mediocre álbum “El perfume de un sueño”. Me da rabia ver el trabajo de Manara: ¡podrÃa haber llegado a ser tan importante!
Feb
15
transporte
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Pasaban vehÃculos de todas clases: autobuses, camiones con cargas imponentes, taxis colectivos de tres ruedas, cada uno de ellos abarrotados con unas veinte personas (eso conté), carros tirados por mulas, tractores con remolques, algunos remolques con cargamentos de sacos de paja desbordantes, o con troncos colocados de través, de modo que ocupaban mucho más espacio de la carretera de lo que se pensaba desde lejos. Daba la impresión de que las cargas no tenÃan lÃmites. Se consideraba que el metal, al ser metal, podÃa soportar cualquier cosa que se cargase sobre él. Muchas bicicletas circulaban con dos o tres personas: el ciclista propiamente dicho, alguien en el travesaño y otra persona en el portaequipajes. Una motocicleta podÃa llevar a una familia entera: el padre en el sillÃn delantero, un niño entre los brazos, otro detrás agarrado a su cintura, la madre en el portaequipajes, sentada de lado, con el hijo más pequeño.
Otra vez una cita de la inacabable “India” de V.S. Naipaul
Feb
14
yogui
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El dÃa que me marché encontré un ashram en una de las laderas de Simla. TenÃa interés en visitar un ashram desde que los hippies del expreso de Teherán me habÃan dicho que eran unos lugares maravillosos. Pero quedé decepcionado. El ashram era un bungalow destartalado, regentado por un viejo parlanchÃn llamado Gupta, que pretendÃa haber curado a muchas personas de parálisis avanzada pasándoles las manos por las piernas. No habÃa hippies en el ashram, aunque el señor Gupta se mostró ansioso por reclutarme a mÃ. Le dije que tenÃa que ir a coger un tren y replicó que si yo fuese un creyente del yoga, no me preocuparÃa por coger trenes. Le dije que eso era porque yo no era un creyente del yoga.
Entonces el señor Gupta repuso:
-Voy a contarle una historia. A un yogui se le acercó una vez un hombre que decÃa que querÃa ser estudiante. El yogui dijo que estaba muy ocupado y que no tenÃa tiempo para ocuparse de él. El hombre dijo que estaba desesperado. El yogui no le creyó. El hombre dijo que se suicidarÃa arrojándose desde el tejado, si el yogui no le admitÃa. El yogui no dijo nada. El hombre saltó.
-Traedme su cuerpo-dijo el yogui.
Le llevaron el cuerpo. El yogui pasó sus manos por el cuerpo y a los pocos minutos el hombre recobró la vida.
Ahora ya eres apto para ser mi discÃpulo -dijo el yogui-. Creo que eres capaz de obrar por propios impulsos y me has revelado una gran sinceridad. AsÃ, el hombre que habÃa sido devuelto a la vida convirtióse en discÃpulo del yogui.
-¿Usted también ha devuelto la vida a alguien?-le pregunté.
-TodavÃa no-dijo el señor Gupta.Paul Theroux. El gran bazar del ferrocarril
Feb
12
benarés
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GarantÃas de salvación.
Hay distintos medios de adquirirlas. Uno es ahogarse en el Ganges, pero os resultará ingrato. Morir entre los lÃmites de Benarés es otro, mas tiene sus riesgos, pues al sonar vuestra hora podrÃais estar casualmente fuera. El mejor de todos es el peregrinaje alrededor de la villa. Hay que hacerlo a pie, y descalzo además. La caminata es de unos setenta kilómetros, pues un trecho de la senda se ramifica y culebrea hacia el campo, y pasaréis andando cinco o seis dÃas. En cualquier caso, no os faltará compañÃa. Viajaréis con catervas y huestes de ufanos peregrinos cuyos atuendos resplandecientes embellecerán el espectáculo, y cuyos alegres cantos y solemnes himnos triunfales mitigarán vuestro cansancio y os animarán el espÃritu y, a intervalos, habrá templos donde podréis dormir y restaurar los estómagos. Una vez concluida la romerÃa habréis comprado la salvación, y pagado por ella.
Mark Twain. Viaje siguiendo el Ecuador. India
Feb
4
prisas
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El hindú no corre jamás, ni en la calle, ni el pensamiento en su cerebro. Camina, encadena. El hindú no quema sus etapas. Nunca es elÃptico. Nunca sale de las filas. Su antÃpoda es el espasmo. Nunca es asombroso. En los 48.000 versos del Ramayana, en los 100.000 del Mahabharata, no hay un relámpago. El indio no tiene prisa. Razona sus sentimientos. Prefiere los encadenamientos. El sánscrito es la lengua más encadenada del mundo, indudablemente la más bella creación del espÃritu indio. Una lengua panorámica, una lengua de razonadores, flexible, sensitiva y atenta, prevenida, hirviendo de casos y de declinaciones . El hindú es abundante, tiene esa abundancia en la mano. Le gustan los cuadros de conjunto y también sabe verlos. Brona acaba de morir. Se lo anuncian a su padre. Sin apresurarse, el padre, en 240 preguntas, bien lentas, bien detalladas, bien parejas, interroga sin que nadie lo interrumpa. Después de todo eso, se desmaya. Lo abanican. Vuelve en sÃ. Vuelve al asunto. Nuevo lote de doscientas-trescientas preguntas. Intervalo. Entonces, sin mayor prisa, y empezando por el diluvio, un general cuenta lo acontecido. Asà se pasa alrededor de hora y media. Como hay muchas guerras cercanas y lejanas en el Mahabharata, muchas intervenciones de dioses y de héroes, se comprende que sus doscientos cincuenta mil versos basten apenas para dar un resumen del argumento. Su pensamiento es un trayecto, sin alterar el paso. Inútil decir que el centro del Mahabharata no se encuentra fácilmente. El tono épico no se abandona ni un instante. El tono épico (por otra parte, como el tono erótico) tiene algo de naturalmente falso, artificial, voluntario, y parece hecho para la lÃnea recta. Cuando se ha comparado un soldado valiente a un tigre entre conejos, ya una manada de elefantes ante un bambú joven, ya un huracán barriendo las naves, se puede continuar diez horas en el mismo tono sin hacernos levantar la cabeza.
Henri Michaux. Un bárbaro en Asia Una entrevista de Deleuze a Michaux, aquÃ.
Feb
1
fascinación
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Mi repentina fascinación no me parece insólita: en aquel tiempo yo era un joven poeta bárbaro. Juventud, poesÃa y barbarie no son enemigas: en la mirada del bárbaro hay inocencia, en la del joven apetito de vida y en la del poeta hay asombro. Al dÃa siguiente llamé a Santha y a Faubian. Me invitaron a tomar una copa en su casa. VivÃan con los padres de Santha en una lujosa mansión que, como todas las de Bombay, estaba rodeada por un jardÃn. Nos sentamos en la terraza, alrededor de una mesa con refrescos. Al poco tiempo llegó su padre. Un hombre elegante. HabÃa sido el primer embajador de la India ante el gobierno de Washington y acababa de dejar su puesto. Al enterarse de mi nacionalidad, me preguntó, me preguntó con una risotada: “¿Y México es una de las barras o de las estrellas?”. Enrojecà y estuve a punto de contestar con una insolencia pero Santha intervino y respondió con una sonrisa: “Perdona, Octavio. Los europeos no saben geografÃa pero mis compatriotas no saben historia”. El señor Rama Rau se excusó: “Era sólo una broma… Nosotros mismos, hasta hace poco, éramos una colonia”. Pensé en mis compatriotas: también ellos decÃan sandeces semejantes cuando hablaban de la India.
Octavio Paz
Jan
31
té
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Leo esta bonita descripción del inenarrable té tibetano en el entretenido libro de Alec Le Sueur “El mejor hotel del Himalaya”. Sólo de releerlo se me hace la boca agua.
La hospitalidad del pueblo tibetano es legendaria, a menudo imprevisible y, en lo que respecta al té de mantequilla de yak, lamentablemente poco grata.
Aunque algunos extranjeros afirman que les gusta el té de mantequilla de yak, es imposible que digan la verdad. Alegan que es un “gusto adquiridoâ€, pero no explican las privaciones por las que hay que pasar para adquirirlo. La única manera de apreciar el sabor del verdadero té de mantequilla de yak es seguir las instrucciones de preparación de acuerdo con la receta tibetana:
1. Hierva agua en una cacerola ennegrecida sobre un fuego alimentado con boñigas de yak. Esto no da sabor al agua pero sà impregna la ropa del olor a boñiga de yak carbonizada y crea el ambiente perfecto para saborear una buena taza.
2. Eche medio cubito de té chino en el agua. Cuézalo más tiempo del necesario.
3. Añada varias cucharadas grandes de sal.
4. Agregue un chorro de soda.
5. Vierta esta deliciosa mezcla en una vasija de té de madera. Vaya a la estanterÃa a buscar el cuenco de mantequilla de yak rancia del año pasado. Introduzca una cucharada en la vasija de té. Séquese las manos en el delantal. Bata el lÃquido y la mantequilla de yak rancia hasta que los pedazos se derritan en el té.
6. Vierta el caldo en un termo chino y espere la llegada de extranjeros desprevenidos.
Aunque a la mayorÃa de los extranjeros el sabor les resulta de lo más nauseabundo, el té de mantequilla de yak es uno de los alimentos básicos de los tibetanos, junto con el tsampa (granos de cebada tostada). Forma parte esencial de la cocina tibetana, y los tibetanos aseguran que no es bueno empezar el dÃa sin una taza bien llena de té de mantequilla de yak.
Hay quien dice que los tibetanos llegan a tomar hasta cincuenta tazas al dÃa.
Estos datos importan poco cuando uno tiene delante una taza recién preparada y a un anfitrión impaciente, que despliega una radiante sonrisa mientras insta a su invitado a beber. Por supuesto, una vez servido el té de mantequilla de yak, se considera de lo más descortés dejar el cuenco intacto. Aquà viene el problema, pues los tibetanos son un pueblo tan increÃblemente amable y hospitalario que, a toda costa, hay que evitar ofenderlos. El anfitrión está permanentemente pendiente de ti, sonriéndote e invitándote a disfrutar de la bebida.
Tomarlo a sorbos sirve de bien poco, ya que el sabor es el mismo y el anfitrión vuelve a llenar el cuenco de inmediato, asà que probé la técnica de bebérmelo de un trago. Fue un error, pues, el anfitrión, sonriendo de oreja a oreja, llenó de nuevo el cuenco hasta el borde, y me encontré con el mismo problema que antes, con la diferencia de que ya tenÃa el estómago lleno de aquel espantoso brebaje.
Descubrà que la solución consistÃa en llevarse el cuenco a los labios pero sin beber nada. Al principio, el anfitrión se queda un tanto confundido ya que sigue intentando llenar el cuenco. Entonces, al final de la fiesta, cuando uno se levanta para marcharse, hay que contener la respiración y beberse el cuenco de un trago. De este modo, lo único que ocurre es que el anfitrión lamenta no haber sido más hospitalario, pero esto es mejor que ofenderlo. Como alternativa, cabe intentar encontrarle el gusto al té de mantequilla de yak, pero en este punto debo admitir mi derrota.
Jan
23
retrato
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El secretario del gobernador envió un mensajero esta mañana para decirme, después de un monton de circunloquios, que le gustarÃa que le regalara mi pluma. Me negué. Luego vino él en persona a pedÃrmela. Al ver que tendrÃa que darle algo, le dije que se sentara y le hice un retrato en color. Como hizo que me fijara en su abrigo de pieles, lo reproduje con exquisito detalle. Esto le dejó satisfecho.
Robert Byron. Viaje a Oxiana
Fotos del autor hechas durante el viaje, aquà y aquÃ.